A 35 años del alzamiento carapintada de la Semana Santa de 1987, el histórico dirigente radical Leopoldo Moreau recordó cómo se vivieron los cuatro días de levantamientos militares. En diálogo con Nora Veiras, afirmó este viernes que fue una “gran epopeya del pueblo que llenó las plazas y las calles”. “Fue un triunfo extraordinario, siguió una historia de tensiones, habíamos logrado neutralizar un golpe de Estado pacíficamente”, señaló.

Alzamientos carapintadas e intentos golpistas

El alzamiento de la Semana Santa de 1987 fue uno de los intentos golpistas más fuertes que sufrió la democracia argentina tras el regreso a la democracia en 1983.

El período de levantamiento y acuartelamiento comenzó el 16 de abril de 1987, aunque las amenazas habían iniciado tiempo atrás, cuando se promulgó la ley de Punto Final, que establecía el fin de los juicios a quienes no fueran llamados a declarar “antes de los sesenta días de corrido”.

Moreau, por ese entonces, era diputado por la UCR y muy cercano a Alfonsín. “Cuando nos enteramos el primer día del intento de golpe, lanzamos en todos los medios la consigna ‘Democracia o dictadura’ y convocamos a llenar las plazas del país”, recordó en diálogo con AM750.

La Semana Santa del 87

Alfonsín se había ido a descansar el 15 de abril a Chascomús, su ciudad natal. Sin embargo, horas después recibió el llamado de sus colaboradores más cercanos, que lo alertaron de los alzamientos. El ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, le advirtió: “Esto es más serio de lo que pensamos”.

Para ese momento, el militar Ernesto Barreiro, que rechazaba presentarse a la Justicia, se encontraba acuartelado en Córdoba. Era cuestión de horas para que la situación se repitiera en Campo de Mayo, en la provincia de Buenos Aires.

“Hubo una campaña de acción psicológica de quienes controlaban buena parte de las estructuras del Estado: Alfonsín heredó un Estado organizado para perseguir y matar ciudadanos. Hubo que hacer una labor intensa, difícil, casi artesanal para desarmar esas estructuras. Además de lo más visible – que fue la Conadep y el juicio a las Juntas – hubo que ir sacando pieza por pieza esa estructura represiva”, explicó Moreau.

Además, recordó que se trató de “cuatro días en los que hubo que ir aislando, incluso desde el punto de vista material – les cortamos el agua, las comunicaciones telefónicas a los sublevados en Campo de Mayo – hicimos reuniones con coroneles, mayores, en casas particulares. No fue marketing, sino política”.

“Después el gobierno de Menem tuvo una intentona golpista, pero en la Semana Santa de 1987 se enterró para siempre el Partido Militar en la Argentina, sin dudas. Hubo intentos después, pero eran ridículos. En Semana Santa del 87 murió el Partido Militar”, enfatizó Moreau.

El alzamiento carapintada

Ante los alzamientos, la reacción del pueblo fue inmediata: miles de personas se movilizaron en todo el país, aunque principalmente frente a Campo de Mayo. Aldo Rico, acuartelado junto a militares, decía que ese era el ejército que “combatió la subversión y estuvo en Malvinas”.

De hecho, en las últimas horas, en una entrevista con La Nación, Rico reiteró ese mismo argumento, 35 años más tarde y en plena democracia.

“¿Defendían a los camaradas que tiraban gente de los aviones? ¿Los que iban con la picana en la mano? Encima mezcla eso con la epopeya de Malvinas, donde los soldados no fueron con picana en la mano, ni encapuchados, fueron a pelear a cara descubierta y defendiendo a la Patria”, le respondió Moreau.

El 16 de abril de 1987 Alfonsín habló ante la Asamblea Legislativa que se convocó de urgencia. Allí, el Presidente denunció que se pretendía imponer al Poder Constitucional una “legislación que consagre la impunidad de quienes están condenados o procesados en conexión con violaciones de derechos humanos cometidas durante la dictadura”. “La democracia de los argentinos no se negocia”.

Un día después, Aldo Rico reclamaba el fin de la persecución judicial, pedía una “ley de pacificación” y desmentía acusaciones por delitos de lesa humanidad.

"La casa está en orden"

Tras largas negociaciones entre el propio Rico y Jaunarena, con promesas de modificaciones a la ley de Obediencia Debida anunciada un mes antes por Alfonsín, la tensión continuaba y miles de personas se movilizaron a la Plaza de Mayo. Alfonsín, entonces, fue junto a Antonio Cafiero a Campo de Mayo.

Al regresar en helicóptero a Casa Rosada, pronunció su histórico discurso: “Felices Pascuas, la casa está en orden…y no hay sangre en la Argentina”.