En su columna de La Mañana de Víctor Hugo, Fernando Borroni analizó el discurso de Cristina Fernández de Kirchner.

La columna de Fernando Borroni

Cada vez que Cristina Fernández Kirchner habla deja un tendal de conceptos políticos para discutir, pero sobre todo un conjunto de conceptos para ampliar la discusión y el debate, y también para pensar qué comunicación debiéramos construir desde el campo nacional y popular. Cristina visibilizó al enemigo real de las democracias en el mundo, de los pueblos, a aquellos que direccionan la política, a una sociedad determinada.

En términos generales, en el discurso se evidenció la hipocresía en la que se maneja la democracia del mundo, y de cómo gobierna el poder real, el poder concentrado, en los medios, en la economía, en cierto poderío de las religiones, los que tienen la posibilidad de establecer un orden determinado. Los gobiernos son víctimas del mercado. Es el Estado quien debe conducirlo. Si los gobiernos no lo advierten, terminan sometiéndose a él.

Hubo gobiernos que fueron cadetes del poder real, como el menemismo. De la Rúa también se entregó al poder real, se mantuvo en esa porción pequeña de poder. Raúl Alfonsín quiso acordar con ese poder, sentarse a negociar, comenzaba la democracia, y cuando advirtió que no había posibilidad ya era tarde.

Sólo Néstor y Cristina enfrentaron al poder real, con algunos tentáculos acordó y a otros los enfrentó. La ley de Matrimonio Igualitario fue confrontar al poder real, también a los bancos, cuando reestatizó las AFJP, también con la ley de Medios, las retenciones, la recuperación de Aerolíneas Argentinas e YPF.

No importa el resultado final, sino de una actitud política. La clara evidencia es que se avanzó en derechos. Si esas disputas no se dan, es muy difícil que se puedan construir más nuevos derechos. Si el Estado no conduce al mercado, todo es cuesta arriba.

El Frente de Todos debiera visibilizar esas luchas, que son las que hay que dar en este tiempo. Que la tensión esté afuera, contra ese poder real, va a aliviar la tensión interna. Las características de un gobierno popular es entender que los intereses del poder real no pueden convivir con los del pueblo.

Lo que hizo Cristina no fue acrecentar la interna, sino buscar un instrumento que, si se toma y si se da la pelea, subsana las cuestiones internas.