Creada el 14 de abril de 1995 por hijos e hijas de desaparecidos y desaparecidas durante la Dictadura cívico-militar, la agrupación Hijos por la Identidad, la Justicia, contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) cumple este jueves 27 años.

Carlos Pisoni, uno de sus referentes, recordó en diálogo con AM750 el momento de su fundación, que ocurrió cuando muchos jóvenes que se conocían de las marchas de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo se juntaron en un campamento en las sierras de Córdoba para decretar el comienzo de una agrupación que resultaría un ejemplo en todo el mundo. Por esos años, recuerda Pisoni, "no se hablaba mucho del tema" y los genocidas andaban por la calle "con total impunidad".

Desde un principio, H.I.J.O.S. procuró conjugar la reivindicación del pasado militante de sus padres con la denuncia de la impunidad de la que por esos años gozaban los militares de la dictadura, que habían sido beneficiados primero por las leyes de Punto final y Obediencia debida durante el alfonsinismo y luego por los indultos decretados por el gobierno de Carlos Menem.

"Éramos considerados uno de los grupos peligrosos del momento. Pero creemos haber aportado nuestro granito de arena para lo que vino después con Néstor Kirchner y la implementación de políticas públicas al respecto de la Memoria, Verdad y Justicia", afirmó Pisoni.

En el mismo sentido, agregó que 1996 (a 20 años del golpe cívico-militar) fue un "año difícil" ya que las autoridades perseguían, reprimían e infiltraban a los miembros de la agrupación.

Al referirse a su historia personal, Pisoni contó que tenía 37 días al momento en que secuestraron a sus padres, Rolando e Irene. Según pudo reconstruir con los años -según testimonios de sobrevivientes-, ambos estuvieron detenidos un mes y medio hasta que fueron llevados a los "vuelos de la muerte".

Pisoni rememoró también que H.I.J.O.S. tomó la posta de Madres y Abuelas pero con un tono un poco más "rebelde", ya que todos eran jóvenes. Fueron ellos quienes comenzaron con los escraches en las casas de los represores.

"[El escrache] fue una una herramienta en momentos de impunidad muy importante. Poder habernos manifestado en la casa de los genocidas y destapar, mostrar, desenmascarar a estos personajes que vivían en el anonimato para buscar, en definitiva, la condena social que después se tradujo en una condena legal", dijo.

Luego se refirió a la llegada al gobierno de Néstor Kirchner, en 2003, y la paulatina apertura de los juicios a los genocidas, en un momento en el que, dijo, no había mucha confianza en el Estado. "El Estado era el enemigo. Era el que había desaparecido a nuestros padres", enfatizó.

Eran momentos en que "había que participar". "Había que dar vuelta esta página para que esta tristeza se transformara en una nueva alegría. Y así fue como, de a poco, pudimos ir conquistando muchas victorias que realmente pensábamos que era imposible para nosotros conquistar", concluyó.