En su editorial, Cynthia García reflexionó sobre el presente económico, la "emergencia alimenticia" y las reacciones de la política, en un contexto de alta inflación, tras conocerse el índice de febrero, que según el Indec trepó al 4,7 %.

El editorial de Cynthia García

Es difícil en este contexto generar una construcción de pensamiento que sea útil. Que nos dé herramientas para pensar. Para intentar construir respuestas.

Ayer compartí piso con el "Pitu" Salvatierra. Me quedé impactada. Volvemos a hablar de las urgencias más esenciales.

Cuando estamos en una situación de emergencia alimenticia, es muy difícil reflexionar sobre la política. Porque la gente tiene que comer. Es un esfuerzo cotidiano construir sentido con esa consciencia de las urgencias.

Cualquier cosa que nosotros digamos va a quedar sumergida en las necesidades más urgentes. Pitu decía algo así como 'nosotros en los noventa, cuando teníamos que parar la olla, el día a día era la supervivencia, cuando vino el kirchnerismo y empezamos a estar mejor, empezamos a hablar de la urbanización, de la calidad de vida cuando las paredes ya no eran de chapa'.

Yo no puedo creer que estemos en una situación similar. Que estemos volviendo a esa situación donde estamos en una crisis alimenticia en nuestros barrios y sectores más vulnerables.

Entonces, se hace difícil tratar de construir pensamiento y masa crítica. Porque tenés la consciencia de que el hambre está golpeando nuestra puerta. Y no queremos ser cómplices de los juegos del hambre. Digo esa reflexión con esas advertencias.

Los tiempos de la política

Los tiempos políticos no entienden de calendarios. Dijo alguna vez el politólogo Eduardo Rinesi que existen décadas más largas que otras, pero también años políticos que duran menos de doce meses. Las últimas semanas fueron puro vértigo.

Y parece que el viernes quedará inaugurada una temeraria reconfiguración o reparto del poder en Argentina. La cautela ya no garpa. No cotiza. La paciencia no se puede militar con un alza de más de siete puntos en el precio de los alimentos.

Si bien la historia enseña que no se puede volver atrás, hacia los días más felices, tampoco este pueblo se banca demasiado la varita discriminadora de la prudencia. Así como la derecha camuflaba su voracidad bajo la falsa dicotomía entre gradualismo o shock, ahora parece que los dirigentes se debaten entre moderación o fantasía. La esperanza soberana se agota.

Y uno no encuentra vigor en la resistencia a un signo de la época sin épica. El hambre no tiene épica. La resignación impera y se expande mientras crece el cuco de una derecha incombustible y una coalición oficial que se resquebraja por las publicaciones en Twitter.

A su vez, la oportunidad que nunca que llega se vuelve la divisa para que las mayorías renuncien a las políticas. Pierdan consciencia. Punto para la banca, pierde la democracia. Acá conviene advertir que el negocio del endeudamiento no se da por inducción. Sino porque sistemáticamente la sociedad elige gobierno que juegan a la planificación de la miseria.

Retomar el puesto de base

Después de la tragedia cambiemista y la pandemia, llega la hora de que cada uno vuelva a su puesto de base. Más allá de las responsabilidades que todos tengan. El silenciamiento autoinfligido de los cuadros políticos, las bases y la ciudadanía politizada es el camino más corto hacia el debilitamiento de la potencia que sostiene e impulsa cualquier representación política.

Eso no implica la fe y el fanatismo en la identificación directa entre las demandas populares y la radicalización de los procesos políticos. Habrá que avanzar. Poner el deseo adelante. Avanzar a tientas para no convertirse en patrulla perdida después de la votación en el senado.

Porque el sistema político ya activó sus anticuerpos contra el costado más noble de la fuerza. En las usinas fascistas ya se relamen con la posibilidad de que el 2023 tenga un pacto bifrentista. Sin Cristina Kirchner ni kichnerismo. Una especie de darwinismo político sobre el peronismo más combativo.

La idea de que los sectores populares están agotados de tanta trifulca pueden derivar en una indiferencia y anomia que a la larga lleva a estallidos y crisis más agudas que una fractura en un bloque del congreso.

La pregunta ya no es qué peronismo hay que ofrecerle a la sociedad, sino cuánta sociedad se banca esta democracia donde, por momentos, el pueblo no delibera ni gobierna, sino a través de los grupos económicos.