En su columna, Fernando Borroni habló del acercamiento de Estados Unidos a Venezuela en el marco del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y denunció la construcción de un relato hegemónico por parte del poder dominante.

Estados Unidos está negociando con Venezuela para comprar petróleo. Es una buena noticia para el pueblo venezolano y hay que celebrarla. Bienvenidos al teatro del bien y del mal. Bienvenidos al mundo de los idiotas útiles, que a veces lo somos todos. 

¿No era que había que terminar con la dictadura de Nicolás Maduro? Era insostenible lo que pasaba en Venezuela. Era el demonio. Debíamos temerle. El relato del poder dominante y hegemónico engañó al mundo durante años y no solamente con Venezuela. 

Chávez y Maduro eran un monstruo. Dénse por enterados que era todo parte de un juego en el que nosotros somos actores de reparto.

Tapas y tapas de diarios, zócalos y zócalos de televisión, anuncios por la radio y el mundo mirando a Venezuela como todo lo que no debe ser para el resto de los países. 

Idiotas quienes creyeron en el discurso porque a partir de esa idiotez se construye y se consolida el poder dominante. Venezuela no era ni es una dictadura. No era ni es el demonio. Todo era una construcción de ese orden imperial que lo ha hecho como mecanismo de construcción cultural casi con todo el mundo. 

"En Venezuela se erosionan las garantías de los derechos humanos. En Venezuela hay persecución a opositores. Hay restricciones a la libertad de prensa y violaciones a los derechos humanos. En Venezuela hay corrupción. Debemos terminar con este gobierno de Venezuela", ¿saben quién dijo y quién escribió esto? Joe Biden.

¿Saben cuándo lo escribió? El 3 de marzo del 2022. En menos de seis días Biden cambio de opinión.

El poder, ante su incapacidad de proponer algo bello, construye la fealdad. Esta es la síntesis de lo que ha pasado.

A Venezuela la bloquearon económicamente. La desabastecieron de alimentos y de remedios. Intentaron matar a Maduro. Intentaron golpes de Estado. Tiraron por la ventana a un impresentable como Juan Guaidó. Dejaron que el mundo salga voraz en contra de Venezuela. 

Qué idiotas el mundo y los que aplaudieron esto. ¿Quién paga ahora los costos de ese pueblo que la pasó muy mal económicamente a partir de este bloqueo? Nadie. Bienvenidos al teatro del bien y el mal. Somos actores de reparto. 

Nadie es lo que su enemigo cuenta que es. Me parece una síntesis adecuada para esto. Esta situación recién la vivimos con Cuba, la vivimos con China,  con la idea del comunismo y con la idea del terrorismo. ¡Qué idiotizado que está el mundo! 

La política del imperio es como un cubo mágico. Lo va moldeando a medida que cuando necesitan el rojo se pone en rojo, cuando necesita el amarillo, se pone amarilla y cuando necesitan el verde se pone verde. Y nosotros, todos partes de un teatro de bien y el mal como extras. 

¿Qué sería del bien sin el mal? La respuesta es precisamente que el mal debe constituirse para que aquello que se llame bien simplemente lo sea porque hay algo que es más horrendo en su construcción, no la realidad. 

Hay que celebrar el triunfo de Venezuela, porque esto es el triunfo del pueblo venezolano que ha resistido esos embates, que ha resistido el pensamiento único, la violencia comunicacional y económica durante tantos años y que hoy ve como arrodillado va Estados Unidos a pedirle petróleo. 

De todas maneras el pueblo venezolano sabe que mañana le van a volver a clavar el puñal por la espalda. Lo tiene claro. Este es el teatro del bien y del mal.