“En los últimos años existe toda una industria de la felicidad: los coach, los manager del alma y los manuales de autoayuda, que para mí han sido terribles. Las técnicas de entrenamiento personal donde uno debe ser feliz, han generado un aumento considerable de la infelicidad y de todas esas grandes epidemias que conocemos actualmente de depresión”

Así describió el escritor y psicoanalista Jorge Alemán los tiempos que corren, en una charla descontracturada en Mediodía 750 donde analizó el mandato de felicidad y la obligación de convertirse en empresario de sí mismo que introdujo el neoliberalismo.

“Hay una ideología de rendimiento que se impuso y que lleva a que cada uno sea como una especie de ser que se tiene que automaximizar, darse bombo, ver cuántos like tiene, y ver cómo está en el mercado el cambio”, prosiguió Alemán.

En esa línea, el escritor se refirió a los mecanismos de evaluación que imperan desde la niñez, con test presentes desde la edad escolar que buscan ajustar a las infancias a protocolos de rendimiento y optimización. Luego, en la edad adulta, esos mecanismos se vuelcan sobre el sí mismo, y la vida se convierte, según explicó el pensador, en una constante gestión de ese perfeccionamiento.

“El neoliberalismo introdujo una idea muy potente de captura de la subjetividad donde uno tiene que ser como una especie de empresario de sí mismo”, arguementó.

Y continuó: “Pertenezco a una generación donde uno, más que feliz, lo que quería era hacer lo que pensaba que tenía que ser, y sabía que tenía que pagar un precio alto, no era gratis. Uno sabía que a veces para hacer lo que uno debía hacer tenía que, de golpe, romper relaciones familiares, o luego después en la política, adoptar posiciones que no eran fáciles de sostener”.

Por último, y en ese marco, Alemán habló de la alegría como contraposición a la felicidad -y como estado inhumano- y aseguró que otra de las ideas que rigen nuestra actual percepción del mundo es la de un cuerpo fitness que puede hacerle frente a la propia finitud.

“La alegría es algo compartido, es un momento. Sabemos que todos vamos a morir, y todo este lío que se arma es para que cada uno no afronte individualmente la propia finitud. Empiezo a ver como una marcada tendencia en determinados sectores, incluso progresistas y de cierto poder adquisitivo que quieren no envejecer a toda costa. Se construyen para un espejo que se diseña a sí mismo y que va a ser muy ingrato, porque el espejo no le va a decir nunca que sí”, concluyó.