El 12 de febrero de 1984, a los 69 años y a causa de una leucemia, moría en París el escritor argentino Julio Cortázar. Había nacido el 26 de agosto de 1914, en Ixelles, Bélgica, y desde niño se había mudado junto a su familia a la Argentina, en donde desarrolló buena parte de una extensa y prolífica carrera literaria que incluye novelas, cuentos, poesía y obras de teatro.

En 1999, con motivo del decimoquinto aniversario de su muerte, el periodista Ángel Berlanga publicó un artículo en Página/12 en el que recogió las opiniones de los escritores Gabriel García Márquez (Colombia), Mario Vargas Llosa (Perú), Eduardo Galeano (Uruguay), Osvaldo Soriano, Isidoro Blaisten y Juan José Saer (Argentina) sobre la obra del autor de Bestiario (1951), Final del juego (1956) y Rayuela (1963), entre otros libros.

Esto es lo que decían de Cortázar sus colegas latinoamericanos.

“Ante todo, Julio inspiraba devoción”


  • Gabriel García Márquez. “En privado lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. En ambos casos fue el ser humano más impresionante que he tenido la suerte de conocer. Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño, y, por supuesto, grandes envidias. Julio Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero ante todo inspiraba, además, otro menos frecuente: la devoción.”


  • Osvaldo Soriano. “Yo me formé no al calor de su estilo, sino de su influencia social. Él era una influencia inevitable, como la de Borges (...) Sus novelas, poemas, ensayos, tangos y hasta una historieta-folletín de denuncia (Fantomas contra los vampiros multinacionales) muestran hasta qué punto su arte consistió en tratar las obsesiones del alma, el impiadoso destino de los hombres, como un juego permanente, como una profanación saludable y revitalizadora. Si Arlt y Borges habían dado vida a la literatura argentina, Cortázar le agregó alegría, desenfado, desparpajo para sondear el profundo misterio del destino humano”.

Foto: Télam


  • Isidoro Blaisten. “Dejó un tendal de imitadores y roedores que lo copiaron hasta la sustitución. Pero la perfección letal de sus cuentos, la premonición desesperada de su prosa no eran para merodeadores. Hubo una época en que todo el mundo quería ser uno de sus personajes. En la época en que apareció Rayuela, no había muchacha de ojos verdes que estudiase Letras y que deambulase por los cafés y tuviese cierto aire abstraído, distante o estólido, que no se llamase La Maga. Todas eran La Maga."

Foto: Alejandra López


  • Eduardo Galeano. “En él siempre hubo una comunión muy íntima entre su persona y su palabra. Cortázar era tan insólito, tan extraño, como un hombre que estaba haciendo un viaje al revés; él fue de la indiferencia a la pasión, contrariando las leyes del ciclo vital que hacen que el “bicho humano” viaje desde el entusiasmo hacia el cinismo. El mayor mérito literario de Julio es habernos ayudado a comprender hasta dónde es natural eso que llamamos sobrenatural. El incorporó a la vida cotidiana esas energías secretas que andan en el aire del modo más natural, más espontáneo."

Foto: Adrián Pérez


  • Juan José Saer. “Su contribución a la literatura en lengua castellana se deriva de sus primeros libros de cuentos, en especial Bestiario y Las armas secretas, porque ahí supo introducir las innovaciones temáticas adecuadas a la aparición de lo fantástico en la vida cotidiana. Cortázar también fue un renovador en el nivel verbal, porque pudo aproximarse a ese mundo fantástico evitando los tópicos que componen la retórica habitual del género. También creo que el abuso del lenguaje coloquial como recurso es una de las debilidades centrales de su obra. Llegó un momento en que exageró, que era como una suerte de voluntarismo populista que impregnaba su estilo y finalmente abrumaba. Su paso del cuento a la novela no fue feliz, porque le faltaban los elementos que hacen de un escritor un novelista. Pero que esto que no se entienda como una crítica: Borges nunca escribió una novela, y era un cuentista espléndido.”

Foto:  Alejandra López


  • Mario Vargas Llosa. “En Julio la literatura parecía disolverse en la experiencia cotidiana e impregnar toda la vida, animándola y enriqueciéndola con un fulgor particular sin privarla de savia, de instinto, de espontaneidad. Probablemente ningún otro escritor dio al juego la dignidad literaria que Cortázar ni hizo del juego un instrumento de creación y exploración artística tan dúctil y provechoso. El efecto de Rayuela cuando apareció, en 1963, en el mundo de la lengua española, fue sísmico. Removió hasta los cimientos las convicciones o prejuicios que escritores y lectores teníamos sobre los medios y los fines del arte de narrar y extendió las fronteras del género hasta límites impensables.”