En su editorial, Víctor Hugo reflexionó sobre la renuncia de Máximo Kirchner a la titularidad del bloque de diputados nacionales del Frente de Todos.

Ayer teníamos un día relativamente sereno, tranquilo. Parecía que ya había pasado el problema de anunciar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, estaba todo en una calma chicha y de repente estalló la tormenta a las siete de la tarde, cuando Máximo publicó la carta.

El acuerdo con el FMI, anunciado por el gobierno como el menos inconveniente para la Argentina, chocó contra los principio de Máximo Kirchner. Estalló por el aire en una polémica de truenos y relámpagos políticos cuya continuidad de verdad es muy difícil pronosticar.

¿Qué es lo que viene ahora?. Imposible saberlo.

¿Se pelearán a fondo? ¿Se rompe el frente? Puede ser, tampoco se puede vivir con semejante discrepancias.

Posiblemente ambos hicieron lo que debían, lo que sentían de verdad. El gobierno acordó porque sintió en serio que era el escenario menos malo y Máximo reaccionó, porque así no vale la pena vivir. Pasa muchas veces.

Siempre recuerdo la frase de Alfonsín: si hay que correrse a la derecha, mejor es perder una elección. Eso es verdad pero también es verdad que hay momentos y momentos. Que se rompa el Frente de Todos es hacer una jugada en la que se le está apuntando al propio arco.

En este caso nuestro propio arco es la gente. Es ese pueblo que necesita un proyecto que tenga que ver con lo popular, afiliado y peleador contra un establishment cada día más poderoso.

Máximo no se cambia la camiseta, pero le pide al técnico que lo cambie y sale caminando hacia el vestuario.

¿Qué es más respetable? ¿Lo inteligente pero cuando es el miedo el que va en el vientre e el hecho visceral de la renuncia?

Hay que decir que la carta de Máximo le falta señalar qué pasaba con el default o que podría ser mejor que el acuerdo que generó el gobierno.

No hay nada mejor que el acuerdo, pero tampoco se quiere el acuerdo en función de que con el fondo nada.

Pero acaso ni siquiera evalúa qué es lo mejor y qué es lo peor y sólo tiene en cuenta lo que muchos dicen. "Con el fondo no", simplemente eso.

Alberto esgrimió un recuerdo de cómo Néstor Kirchner se relacionó con el Fondo Monetario Internacional en el 2003. Eso fue a los pocos meses de iniciar el mandato.

No tenía el mínimo crédito político, solo lo había votado el 22 por ciento y estaba sobre la mesa algo que debía hacerse y después ver. Y jugó lo que se podía jugar, pero de verdad, lo único que se podía hacer para tomarle la mano al asunto.

En marzo del 2004 Kirchner, junto a Lavagna cortó la relación con el FMI. Seis meses después del acuerdo forzado, Kirchner no se bancó que viniera Rodrigo Rato, un ladrón internacional, a poner condiciones. Ahí no más rompió relaciones y un año más tarde pagó la deuda.

El FMI vivía corriendo el arco, como ahora algunos piensan que va a suceder. Estos tipos te corren el arco todo el tiempo, no te dan tregua. El Rato era un ratón y el fondo era lo que es ahora es lo mismo. Hubo mucha dignidad en aquella historia.

Cuando se mira el día después es hoy ya. Ya hay alineamientos con Máximo y también con Alberto y con el ministro Guzmán. No es fácil el tema.

Los principios a uno los llevan a hacer lo que hizo Máximo Kirchner. Los intereses en juego, la relativa seguridad que se le puede dar a la población hacen inclinar al gobierno por el acuerdo. La pregunta es si van a poder convivir.

La respuesta es que si no pueden estar de acuerdo en esto tan importante, ¿de dónde van a sacar la argamasa que los mantenga unidos?

El dolor es muy grande y es tristísimo ver la derecha celebrando su estafa, coronándola, haciéndose doble fiesta.

La primera fiesta fue que haya firmado el gobierno algo que les gustaba a ellos. La segunda fiesta que es que encima, efectivamente, el kirchnerismo rompa con el gobierno.

Pensamos que la palabra quiebra es apresurada todavía, pero es muy factible. Ahí están los títulos de los diarios, las declaraciones de las más pobres mentes que habitan el pro. Duele mucho arreglar con el fondo, pero también duele la pelea interna.