Arde la patria, y no sólo por la temperatura extrema. Se nos prende fuego el territorio, y no es el azar de algún rayo de tormenta, es el cambio climático, ese que hemos provocado y seguimos profundizando con nuestro modo de relacionarnos con la tierra.

Y a tal gravedad llegó el asunto que, en las últimas horas, el Consejo Federal de Medio Ambiente junto con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, que conduce Juan Cabandié, declararon la emergencia ígnea en todo el territorio nacional y por un plazo de 12 meses, no sólo por el fuego que hoy consume kilómetros entre la Patagonia y el Noroeste sino también por el riesgo extremo de incendios de bosques y pastizales de aquí en adelante.

Por suerte hay quien sabe de qué se trata y lo dice con todas las letras: el secretario de Control y Monitoreo Ambiental, Sergio Federovisky explicaba: “Estamos frente a un escenario que puede tender a repetirse de manera recurrente en el tiempo, es decir, un periodo de sequías prolongadas, de corrimiento de las temporadas secas en cada una de las estaciones, de temporadas sin lluvias. Muy probablemente, como resultado del cambio climático, puedan presentarse temporadas de fuego a lo largo de todo el año, situación que implica un abordaje muy diferente al que veníamos teniendo hasta ahora”.

Es decir: acá están, estos son los efectos del cambio climático, estas son las consecuencias de nuestras suicidas y codiciosas intervenciones sobre el planeta. Y ni agua suficiente tenemos para apagar tanto dolor y daño, que la quieren usar las megamineras para reventar montañas y llevarse el oro.

Y esto es apenas el comienzo. Una explicación superficial de las consecuencias de estos incendios diría que "los incendios forestales traen aparejada la inevitable pérdida de bosque nativo y biodiversidad, lo que representa una amenaza no sólo para la riqueza forestal, sino también para toda la flora y fauna, perturbando gravemente la ecología y el ambiente en general. La duración, riesgo y magnitud de los incendios forestales, pueden abarcar lugares cercanos a zonas urbanas y por ello cada vez son más peligrosos, con consecuencias sobre las poblaciones”.

¿Lo vemos?. Lo contradigo a Di Caprio, miremos hacia arriba, miremos al costado, miremos para abajo. Los meteoritos nos llegan por todas partes porque somos nosotros mismos quienes los disparamos.

Y si no, fijate la pésima gestión política económica y humana de una pandemia que todavía no logró hacernos mejores. El mundo está muy equivocado. Los poderes que gobiernan y deciden sobre tierra y cuerpos, están muy equivocados.

Es tiempo de asumir profundos cambios para que siga nuestra historia como humanidad sobre este planeta. Y para vos, y para mí, simples mortales en este juego, la pregunta es cuándo vamos a despertar, cuándo vamos a reaccionar.