Una investigación realizada por LatFem y WeEffect en torno a las desigualdades en el acceso a la tierra de las mujeres campesinas en América Latina demostró que 7 de cada 10 mujeres rurales tienen acceso a tierra para producir alimentos, pero en sólo 3 de cada 10 casos la tierra está a su nombre.

El informe “Ellas alimentan al mundo”, de reciente publicación, se centra en Bolivia, Colombia, Guatemala, El Salvador y Honduras.

Según la Comisión Interamericana de Mujeres, que pertenece a la Organización de los Estados Americanos (OEA), las mujeres son responsables del 50 por ciento de la fuerza laboral formal de producción de alimentos en el mundo.

Sin embargo, son quienes menos derechos tienen sobre los territorios donde producen. A pesar de garantizar alimentos para sus familias y comunidades, la gran mayoría no tiene derechos sobre los territorios que cultiva.

Fuente: elaboración de LatFem y WeEffect

En ese sentido, el informe explica que para que las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes se conviertan en dueñas de su tierra la mayoría tiene que enviudar, divorciarse o separarse de su pareja. En efecto, el derecho sobre las parcelas es adquirido a través de la herencia, al quedar viudas o huérfanas.

En Bolivia, esto sucede en el 38 por ciento de las encuestadas, en Guatemala representa al 24 por ciento, en El Salvador el 23 por ciento, en Colombia representa al 16 por ciento y en Honduras equivale al 14 por ciento.

El informe expresa además que entre las afrodescendientes, los registros son prácticamente inexistentes. En estas encuestas, solo ocho mujeres de este grupo aparecen como propietarias y de menos de un cuarto de hectárea.

“La falta de acceso y control sobre la tierra impacta directamente sobre la autonomía económica de as mujeres rurales, campesinas, indígenas, originarias y afrodescendientes. También repercute en el ejercicio de otros derechos económicos, políticos, sociales y culturales”, sostiene la investigación.

Fuente: elaboración de LatFem y WeEffect

Testimonios

Ana Rosalía Tiul, integrante del Comité de Unidad Campesina (CUC) en Guatemala incluido en el informe.

“La mujer indígena tendría que tener ese título de propiedad porque es ella la que se mantiene en el hogar, es ella la que lucha, es ella la que vela por la sostenibilidad de su familia, para que a los hijos no les haga falta nada, pero para adueñarse de sus tierras tiene que quedar viuda o divorciada o separada. Solo de esa manera la mujer puede lograr su tierra: no es lo mismo tener la co-propiedad con el esposo”.

Wilma Mendoza Miro, presidenta de la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia (CNAMIB).

“La tierra significa todo para nosotras porque, sin la tierra, ¿dónde estoy? Nosotras siempre decimos eso: si no tenemos un espacio donde pisar suelo, no somos nadie. La tierra y nuestro territorio es fundamental, y luego podemos hablar de nuestra autonomía, de nuestro territorio personal y de todo lo demás que queramos. La tierra es vida”.

Yasmín López, coordinadora General del Consejo para el Desarrollo Integral de la Mujer Campesina (CODIMCA) de Honduras.

“Los desalojos violentos han sido históricos en este país. Con el golpe de Estado en el 2009 se profundizó esta técnica que ya venía dándole resultado a los gobiernos neoliberales, que ha sido una forma de perseguir a los líderes y a las lideresas. La lucha por la tierra en Honduras es una cosa bien difícil, pero es también un tema de sobrevivencia”.