Va terminando el año, en cuestión de días entramos en ese loco tiempo de "las fiestas". Para la gran mayoría del pueblo laburante, el que se va ha sido un año muy duro. Es un tiempo duro. Pandemia, economía, desencuentros, malas decisiones, tensiones que no nos dejan avanzar, imposibilidades varias.

Es un tiempo difícil para este curtido pueblo argentino. Porque decime vos si no somos un pueblo curtido en el dolor, en la resistencia, en la lucha y la resiliencia. Justo por estas horas, un 20 de diciembre, 20 años después del momento en el que el país se nos deshacía entre las manos. Y todo lo que nos pasó después.

Renacer, volver a creer en la transformación profunda, construirla, festejarla, y que vengan y te la hagan mierda en apenas dos años de gestión neoliberal. Y, luego, volver a empujar hacia adelante, atravesar encierros y abstinencias, y hoy con lo que hay, como se puede, y como pueden quienes nos gobiernan, intentar no perder demasiado terreno frente a ese poder oscuro e inhumano que maneja el mundo.

Sin embargo, como metáfora perfecta de la vida misma, en medio de la tierra árida sucede el milagro de lo verde, de la flor, de la vida.

Y por estas horas la flor que nos perfuma, no sólo a nosotres argentines sino a toda la región, a toda esta Patria Grande que somos, esa flor hoy se llama Chile.

Chile y su milagro, que no es otra cosa que el pueblo unido. Chile que nos viene a contar que hay esperanza. Chile que nos viene a decir que lo imposible puede pasar. Chile que nos viene a mostrar un nuevo futuro. Chile que tiene por delante un desafío descomunal. No sólo transformar estructuralmente un país de ricos, sino resistir las embestidas que intentarán quebrarlo por todas partes. Porque eso sucederá. Bien lo sabe nuestro lomo castigado.

Chile es la vida en medio del desierto, el milagro de la transformación de la conciencia colectiva. La resultante de una juventud comprometida y militante. Chile, ese país vecino y, sin Patria Grande. Y si me permiten la licencia poética, el "hermano perdido", el que se quedó en el Golpe de Pinochet y nunca pudo volver del infierno de la derecha.

Porque así fue por mucho tiempo, hasta que la estudiantina empezó a sacudir conciencias, hasta que la revolución de las mujeres hizo temblar la cordillera, hasta que la izquierda ganó con votación histórica en un país que ha cambiado, que creció. Y se emociona nuestro corazón latinoamericano. Y si gana Lula, ¡ni te cuento!

Escuchar a un Presidente electo saludar a los pueblos originarios en su lengua, a las diversidades, a las mujeres en su lucha y protagonismo. ¡Viva Chile! Y viva el pueblo, que cuando entiende que tiene derecho a ser, que no debe someterse al miedo, que nadie puede ni debe abusar de él, en ese momento está sembrando una semilla que tarde o temprano llevará a la transformación. Y don Salvador Allende andará aplaudiendo la valentía de su pueblo.

No cabe dudas, en esta Patria Grande y hermana, aunque quieran quebrarnos no pueden. Siempre sucede el milagro del pueblo. Será que a la verdad no hay modo de ocultarla.

¡Viva Chile y su gente! Con voz de gigante y mirando hacia adelante! Y vivan los pueblos que despiertan, que reaccionan!. Es nuestro derecho, y además es nuestra obligación.