El filósofo, historiador, periodista, escritor, guionista, profesor y conductor de radio y TV José Pablo Feinmann falleció este viernes a los 78 años. Nacido en Buenos Aires, 29 de marzo de 1943, Feinmann fue autor de una cuantiosa obra, que incluyó el ciclo televisivo "Filosofía, aquí y ahora", éxito que se transformó en el programa más visto de Canal Encuentro y que es el material didáctico en materia de filosofía más visto en Internet.

En su última entrevista con AM750, Feinmann reflexionó sobre la vida y la muerte, sobre la incertidumbre que generó la pandemia del coronavirus y opinó sobre la gestión del Frente de Todos y el rol de la oposición.

- Esta pandemia nos afectó y puso a la muerte cerca de todos. ¿Cómo se puede sortear este momento? 

-- La finitud no tiene palabras. No hay manera de justificarla. Pero también es imposible la idea de la inmortalidad. Se tornaría muy aburrida en una existencia tan prolongada y caería inevitablemente en la repetición. Es lamentable que uno haga cosas que ya hizo y las repita. Siempre muy doloroso perder a un ser querido porque uno cree que va a vivir para siempre. Eso es ser joven. Cuando uno es joven cree que la muerte está muy lejos. En principio solo cree que es algo que le ocurre a los demás. Pero la pandemia cambió dramáticamente eso. La muerte se volvió inminente, en cualquier momento uno puede tener el covid-19 y depender de la suerte. El hecho de estar en cuarentena, de estar encerrados, nos llevo a una reflexión inevitable sobre la brevedad de la vida porque todos esperamos alguna vez pero nadie imagino su muerte producto de una pandemia. Eso es algo muy doloroso aunque también es verdad que hay más muertes por la guerra en la historia humana que por el Coronavirus. En la Segunda Guerra Mundial hubo 80 millones de muertos y en la primera guerra hubo 20 millones de muertos. Son números aterradores, injustificables. Contra el virus no se puede hacer nada. Es una especie desgracia que le cae a la condición humana. Pero las guerras debieran poder ser evitables. 

- En tu carta de despedida a Horacio González destacaste que tuvo una vida plena. Lo mismo podríamos decir de la tuya. ¿Cómo se hace para poder acercarnos a una vida bien vivida?

-- Una vida tiene que justificarse. No estamos en este mundo para vivir y nada más y no dejar ninguna huella. Hay que dejar una huella así la muerte se tolera mejor cuando uno sabe que ha hecho todo lo que pudo hacer y de una buena manera. Hay una frase que dice "vive de tal modo que tu muerte resulte una injusticia". Se trata de eso, de dejar una marca en el lapso de la vida que uno le ha tocado vivir. 

- ¿Cómo te llevas con tu propia huella?

-- Me gustaría escribir una novela más pero No tengo ninguna deuda en ese sentido. Creo que di mucho de lo que me había prometido dar desde joven. Y que cumplí muchos sueños a pesar de pasar muchos años de mi vida obliterado o sin poder hacer cosas. Todos los años de la dictadura cívico militar los pasé muy mal. Ahí no hice nada. Estaba estupefacto, guardándome en un exilio interno. Eso es la argentinidad también porque después no se cumplió ninguno de nuestros jóvenes anhelos con los que tuvimos con Horacio González, que nos conocemos desde 1970. Soñábamos muchas cosas y creíamos en muchas cosas. El desafío del paso de los años es seguir empujando sin tener tantas certezas ya, pero no perder el deseo de seguir adelante, aunque nada este garantizado.