En su editorial Cynthia García reflexionó sobre si hay que pagar o no la deuda que tomó el gobierno de Cambiemos con el Fondo Monetario Internacional.

Muchos actores políticos plantean que la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es urgente y que debe llevarse adelante con apuro. A mi surge una pregunta: ¿Quién es el que apura la negociación? Es el Fondo Monetario Internacional el que apura la negociación. Entonces, ¿Cuál es el apuro? ¿Hay una urgencia real o solo se trata de sus prioridades y sus exigencias?

La posibilidad de acuerdo con el Fondo tiene dos ejes. El primero es el financiero que tiene que ver con los plazos, montos, años de interés y años de gracia. Ese ya de por sí es un problema arduo, porque los expertos en el tema dicen que en 10 años no habría posibilidad de pagar. Además, la sobretasas que cobra el FMI no tienen razón de ser. 

El segundo eje tiene que ver con lo institucional. Hay que recordar que desde la llegada del FMI a la Argentina con la llamada Revolución Libertadora, los acuerdos con el Fondo Monetario estuvieron siempre por encima de nuestra Constitución. La decisión popular de tener una Constitución, una República, una institucionalidad, fue cercenada por las veces en aquel Fondo conculcó la pérdida de derechos de los argentinos. Este es un punto álgido porque el acuerdo con el Fondo, en forma explícita o implícita, va a generar pérdida de derechos. ¿Estamos dispuestos a volver a perder derechos? ¿Hay futuro con una negociación con el Fondo Monetario Internacional? ¿Estamos ante una situación dilema ético que no tiene solución? 

Debemos preguntarnos de qué está hecho nuestro futuro. Damián Selci, actual intendente de Hurlingham, escribió en su libro La organización permanente: "Wolfgang Streeck, discípulo de la Escuela de Frankfurt, le da carnadura sociológica a la frase de Frederic Jameson que dice ´hoy resulta más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo´. Streeck trae dos noticias a la humanidad una buena y una mala. La buena es que el capitalismo está llegando a su fin. La mala es que no viene ningún futuro mejor, sino un interregno gramsciano rebosante de putrefacción y caos: un auténtico capitalismo zombi". 

El panorama es totalmente plausible y parece responder perfectamente a esta trampa dilemática desde donde estamos negociando con el Fondo Monetario Internacional. ¿Estamos hablando de lo inevitablemente malo? Selci se pregunta entonces cómo formular un sentido para la palabra emancipación. ¿Para qué hacemos política? ¿Cuál es el sentido de la praxis? ¿Puede haber negociación con el fondo y shock distributivo? Esas son algunas de las preguntas que debemos responder.