En su columna de La Mañana, Fernando Borroni reflexionó sobre el caso Lucio Dupuy, el nene de cinco años asesinado por su madre y la novia de la mujer en la provincia de La Pampa. El periodista pidió una reforma judicial urgente.

La columna de Fernando Borroni

A partir del monstruoso asesinato de Lucio, el niño de La pampa de cinco años, que todo indica que fue asesinado a golpes mediante tortura por su madre y su compañera, los medios de comunicación se dedicaron a discusiones que involucran al accionar de la Justicia, pero también muchos aprovecharon para salir en persecución del feminismo, en contra de los pañuelos verdes. Mezclaron todo.

En realidad, tratando de corrernos de ese manoseo con intencionalidad política, es oportuno detenernos en el accionar de la Justicia, como lo que es hoy en la Argentina. La Justicia, y cuando hablo de Justicia hablo de la decisión judicial, es una decisión subjetiva. Un juez o jueza toma decisiones viciadas por su subjetividad, más o menos cercana de la ley, pero además viciada por ciertas presiones y prejuicios.

Una reforma judicial

Hablar hoy de una reforma judicial no es solo reclamarla cuando denunciamos el lawfare o casos vinculados a la política. Se requiere una reforma judicial para repasar cómo accionan los hombres y mujeres de la Justicia en casos como el de Lucio, donde un padre pide la tenencia porque denuncia maltrato, la Justicia no lo escucha y pasa lo que pasa.

Hay que hablar de los hombres y mujeres que conforman el poder Judicial, no sólo porque hay una estructura de poder que la utiliza la estructura para perseguir políticamente, sino porque la estructura llega tarde casi siempre. Y además está reglada por el prejuicio.

Para el Poder Judicial, sólo el principio de inocencia debe conducirlo. El resto, todos los prejuicios, son equivocados. Todos los per se, son un error. El prejuicio no puede ser la norma.

Los debates de la Justicia argentina

Y en la Argentina pasa que ante la separación de una pareja la tenencia siempre queda para la madre, porque per se la madre y su vínculo con sus hijos lo convierten en algo casi natural.

Para la justicia, la madre siempre es inocente y el padre puede que siempre sea culpable. Ahí aparece la ley fría empapada de prejuicios que no profundiza.

La violencia de género que asesina todos los días a una mujer cada 27 horas en este país es una realidad tan dramática que hace que las decisiones de la Justicia siempre vayan en defensa del cuidado de la mujer. Y tiene sentido, pero la Justicia debe dar más pasos, porque sin o se construye a partir de una realidad coyuntural, de una política, de una realidad construida por los medios.

Y la Justicia deja de perseguir lo justo como valor.

Nada debe ser culpable ni sospechoso per se.

Vivimos en una sociedad donde el termómetro de la Justicia es medido por los medios, las presiones de la época y los prejuicios. Por eso, las cárceles están llenas e pobres: primero por prejuicio, luego por estigma y finalmente por condena.

No existe un género per se culpable y un género per se inocente.

El negocio del orden injusto en le que vivimos es construir culpables en la sociedad permanentemente.

Ojalá entendamos que la reforma judicial debe ordenar a una sociedad a partir de lo justo y no de los prejuicios sobre la Justicia.