Cynthia García realizó una crónica de la masiva movilización en Plaza de Mayo por el Día de la Militancia.

Este 17 de noviembre el campo popular volvió a la calle masivamente después de casi dos años de pandemia. Las banderas y los bombos, los redoblantes, las trompetas, el humo y el olor a choripán volvió a sentirse. Otra vez la calle como lugar de pertenencia, de disputa política identitario. La calle como lugar de conquista de derechos. 

"Hoy necesitábamos estar acá", decía Patricia, docente de 53 años. Ella baila con sus compañeras Emilce, de 33 y Mercedes, de 40. Esta una de las escenas que pudimos observar ayer. La de mujeres bailando con una alegría enorme. Ayer en fui muy feliz por tener esa posibilidad de pisar con nuestro peso específico el suelo de esa movilización. 

"Es un día de fiesta", dijo Mercedes, otra de las mujeres que estaba en la plaza. "Después de la pandemia podemos estar en la plaza reafirmando nuestro compromiso y nuestra militancia. Esto es una fiesta. Lo que necesitábamos", reafirmó. Está buena esa idea de que una movilización popular es una fiesta. En el corazón de la plaza había una fiesta y así se percibía. La alegría como un antídoto en tiempos de virus y de neoliberalismo. 

Sobre la calle Rivadavia, al costado de la Casa de Gobierno, este grupo de mujeres y otros con remeras y pañuelos violetas, interpretan la marcha peronista con bombos. Llegaron desde Moreno y pertenecen al Frente Renovador. Lorena es una de las murguistas, tiene 46 años y hace 33 que milita. 

Para ella estar en la plaza es un acto de orgullo, una manera de reafirmar su identidad social y política. "Lo hago desde chica", dice. "Amo esto y me llena de orgullo ser parte". La identidad militante de un ser social que se reencuentra en donde más cómodo está, en la calle con la muchedumbre. 

Tras el cierre del acto por los parlantes se escucha a todo volumen la marcha peronista en versión tropical. Un grupo del Frente de Todos, de San Martín baila, salta y arma un pequeño pogo.

Los cuerpos se encuentran, se reconocen, se mueven y reafirman la historia de esa plaza y esa militancia. A unos metros de allí, una mujer y su madre se sacan una selfie con la casa de gobierno.

Nina tiene 32 y su mamá Mabel tiene 70. No pertenecen a ninguna organización política. Llegaron hasta ahí porque creen que es necesario respaldar al gobierno nacional.

"Vengo para apoyar y también como un festejo. Tenemos que estar acá para apoyar a Alberto y a Cristina. Creían que no íbamos a llenar la plaza. Que sepan todos que la plaza la llenamos", dice la joven. 

Cuando Alberto hizo referencia a Cristina los aplausos y los gritos se hicieron más fuertes. Es impresionante la presencia de la vicepresidenta entre las pertenencias representativas de esa multitud. En la representación popular, Cristina y su nombre son aplaudidos. Lo mismo pasó cuando Alberto nombró a Néstor al anticipar que se cumplen 20 años de su llegada a la presidencia. 

"Somos de la gloriosa Juventud Peronista", canta la columna de La Cámpora que entra por Diagonal Norte hacia Plaza de Mayo pasada a las seis de la tarde, cuando el acto ya terminó. Hay muchas banderas de Néstor y Cristina que se mezclan con algunas de Milagro Sala y Luana Berkins. 

Silvia García mira la escena. Tiene 52 años y llegó desde Bahía Blanca con el movimiento Evita. Salieron a las 11 de la noche y llegaron al mediodía, después de hacer cuatro paradas en el camino. Fueron doce horas de mates, cantos y horas de sueño. Se define como militante de toda la vida. De familia peronista. Sus 10 hijos también sigue la tradición.

Durante la pandemia participó de ollas populares en el barrio Saladero. "Ahí estuvimos los militantes ayudando a la gente. Con covid o sin covid los militantes siempre estuvimos", es una de las frases que dice esta mujer. 

"Hoy tenemos que estar acá para apoyar al presidente en las buenas y en las malas. Siempre vamos a estar. Así somos los que militamos. Vamos a seguir hasta el fin. Siempre", cierra Silvia y vuelve el grupo con sus compañeras.