En su editorial, Cynthia García reflexionó sobre el Día de la Militancia que se celebra cada 17 de noviembre para conmemorar la fecha en la que el general Juan Domingo Perón regresó al país tras 18 años de exilio, luego del golpe de Estado conocido como "Revolución Libertadora", en septiembre de 1955.

El editorial de Cynthia García

Habrá múltiples análisis sobre el Día de la Militancia. Yo les quiero proponer observar este 17 de noviembre en contexto e historizadamente. Hablemos de la militancia. El 17 de noviembre de 1972 volvía Perón luego de 18 años de proscripción que se iniciaron con la llamada Revolución Libertadora en 1955. 

Dieciocho años un partido político y un líder de ese partido político absolutamente prohibidos, proscriptos. Una hipótesis de filosofía política es que la violencia generada en el 55, los fusilamientos, el basural de José León Suárez, 18 años de proscripción son parte de la argamasa constitutiva de la resistencia y la militancia que hacen a la década del 70. 

Escribe José Pablo Feinmann sobre el regreso del general: "¿Qué sabíamos de Perón? Lo conocíamos por la negativa. Si toda esa gente detestable, milicos, curas, oligarcas, clase media resentida, lo odiaba, el tipo debía tener algo o mucho de bueno". 

Lo prohibido y lo maldito

Pocas cosas atraen tanto como lo prohibido y lo maldito. Perón volvería en un avión negro y a su regreso, las masas que lo seguían tomarían los pueblos y las ciudades del país para ofrecérselos. Los jóvenes que se habían metido en esas masas estaban ahí porque su lugar era ése, porque hay que estar donde las masas estén.

Ellos sabían que su tarea militante era en diálogo con las masas, los protagonistas de la historia. 

Esa década de 1970 está marcada en nuestra historia como un parteaguas. ¿Los que no pertenecieron a ella nunca se preguntaron dónde hubieran estado?

"Formo parte de una generación diezmada, castigada, con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada", dijo Néstor Kirchner en ese inolvidable discurso iniciático en 2003, y selló el llamado a una renovada militancia que iba a tener lazos indisolubles con aquella. 

La política desde entonces recobró su significado virtuoso.

Es la militancia la que le da valor positivo a la política. Cuando hablamos de épica, mística, liderazgo, clamor popular, los cuadros dirigenciales a quienes les cabe esos calificativos son, antes que todo, grandes militantes. 

Se milita lo colectivo, para construir lo colectivo, para transformar desde lo colectivo.

El antagonismo directo de la militancia es la meritocracia y el pensarse en los límites de la propia baldosa.

Un militante del campo nacional y popular nunca podrá avalar quita de derechos laborales, violación de derechos humanos, sumisión a intereses injerencistas de las potencias globales o que haya presos políticos. 

Una reflexión sobre la militancia

Los márgenes de respuestas de un o una militante del campo nacional y popular son las clases trabajadoras de todos los países de la región. De lo contrario será otra cosa. 

Se milita a un partido político, se milita una organización, se milita en la palabra, el intento por una mejor humanidad, un nuevo pacto civilizatorio que nos haga menos predadores.

Se milita derechos, una utopía, país.

Pero nunca se milita "por un rato".

Como dijo Hebe de Bonafini, como dicen entonces las Madres, "la lucha nunca es por un rato", eso es la militancia. Por eso siempre estará la militancia. Es eso una causa por la que valga la pena perderlo todo.