En un contexto de reaperturas y crecimiento de la actividad económica, el Indec informó que en el segundo trimestre del 2021 la brecha entre los que ganan menos y los que ganan más se redujo en un 10 por ciento. Pero en los números que muestran la desigualdad entre hombres y mujeres, la diferencia se mantiene en un sostenido 30 por ciento que podría explicarse, en parte, por la discontinuidad de políticas de ingresos con perspectiva de género, como lo fue el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), y en mayor proporción, por la cuestión estructural: la carga de tareas de cuidado.

El informe precisó que los varones tuvieron un ingreso promedio de $51.916, mientras que el de las mujeres fue de $36.025. Una diferencia que logró reducirse desde el 2003 pero que persistió en los últimos años casi sin cambios. En este contexto, la economista con perspectiva de género Eva Sacco explicó que "en épocas de crisis, las mujeres son las que más sufren" pero que cuando ese período termina "hay cuestiones estructurales" que hace que los índices económicos, no prosperen.

La carga desigual de las tareas de cuidado no remuneradas es la principal razón. Las mujeres dedican casi el doble de horas al día a realizar trabajo reproductivo que los varones. Según un informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, el 88,9 por ciento de la población femenina participa de estas actividades y le dedica, en promedio, 6,4 horas diarias. Mientras tanto, sólo el 57,9 por ciento de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias.

"La situación de una mujer que sale al mercado laboral sin ingresos es diferente a la de los varones. Les cuesta más porque tienen mucho mayor dificultad para poder complementar los ingresos laborales con cuidados", analizó la experta del Centro de Economía y Política Argentina.

Esto se ve en las cifras de desempleo: si bien los datos de la caída de la desocupación en el segundo trimestre afectó tanto al segmento masculino como al femenino, en los varones el índice fue del 9 por ciento y en las mujeres del 10,4 por ciento. Pero el número más alarmante es el del sector joven, donde la falta de trabajo y búsqueda de las chicas de entre 14 y 29 años asciende al 22,4 por ciento, contra 16,1 por ciento en los hombres.

Pagar cuidado con plata

Los niños y niñas pequeñas al cuidado aumentan la carga de tareas domésticas en casi seis puntos. Y allí entra en juego el poder adquisitivo. "Si una mujer de clase baja tiene que trabajar en una casa particular, un gremio conformado en un 95 por ciento por mujeres y de los peores pagos, no tiene mucho margen para compensar vía mercado", indicó Sacco.

"El cuidado es caro pero es más caro cuando sos pobre", citó la economista sobre una frase de una colega, Valeria Esquivel. Es que, las mujeres profesionales, con mayores salarios, delegan la carga de cuidado en guarderías, niñeras o ayudas familiares, lo que implica emplear a otras mujeres en tareas domésticas con más plata. En cambio, para quienes se ubican en los deciles más bajos de ingresos, donde están sobrerrepresentadas, es más complicado conseguir congeniar la vida laboral con el cuidado, o sus trabajos no permiten flexibilizar en pos de esa carga.

Sucede que también, la inserción laboral de las mujeres está marcada por los roles de género: ella a cuidar, él a ser productivo. "El 70 por ciento de las mujeres que tienen trabajo está empleada en sectores que tienen que ver con lo reproductivo, donde los salarios son menores. Además, por los techos de cristal, los pisos pegajosos y las paredes de cristal, llegan con la misma o mayores herramientas, estudios y experiencia a puestos de menor jerarquía", especificó Sacco.

Políticas de ingresos insuficientes

En cuanto a la distribución de ingresos laborales y no laborales, cuanto más bajo es el decil, más dinero que no proviene de un salario remunerado reciben las mujeres. La moratoria previsional, la Asignación Universal por Hijo (AUH), la Asignación Universal por Embarazo (AUE) y el IFE tienen o tuvieron perspectiva de género ya que hay prioridad de cobro.

Sin embargo, en 2021 no se ve un impacto positivo en las brechas de ingresos, sobre todo, por la discontinuidad del bono de emergencia que entregó ANSES durante los meses más duros de la pandemia en tres oportunidades. De acuerdo a un relevamiento de la DNEIyG, el 55,7 por ciento de quienes cobraron este monto fueron mujeres y la proporción aumenta a 60 por ciento en menores de 34 años, según el CEPA.

"Se nota mucho la presencia de políticas públicas cuando están y también cuando faltan", definió Sacco y agregó: "Por edad y sexo las más jóvenes son las más afectadas por la pobreza. A fines de 2020 se había pensado continuar la política para ese rango etario, pero luego se discontinuó. Por eso es tan importante que haya nuevas medidas como redes de cuidado, o referidas a la escolaridad de niños pequeños, para que las mujeres puedan insertarse cómodamente en el mercado laboral".