En su columna, Fernando Borroni reflexionó sobre la seguridad, la desigualdad y los dos modelos en disputa en las elecciones generales de noviembre del 2021.

Desde que Aníbal Fernández fue nombrado ministro de Seguridad de la Nación, en la oposición comenzaron a atacar a su persona. Ya lamentablemente esto se ha transformado en una mala costumbre.

Luego de las críticas y de la agresión al ministro, comienzan a poner en discusión desde algunos sectores cuál debe ser el quehacer del Ministerio de Seguridad. Entonces vuelve a  aparecer la discusiones de las Taser, las discusiones de los piquetes. La derecha quiere volver a instalar la lógica represiva. 

Por eso es bueno que nosotros nos preguntemos qué entendemos por seguridad.  Para pensar las políticas de seguridad debemos pensar primero la inseguridad, donde nace y cuáles son sus multiplicadores. La inseguridad es hija de la injusticia social, de la desigualdad y de la marginalidad. 

Con esto no estoy diciendo que quienes delinquen son los más humildes. No, la delincuencia de gran escala, es la más invisibilizada y la que más daño genera. No creo para nada precisamente que los más humildes sean los que más cerca estén de delinquir. Que las cárceles están llenas de pobres no significa eso. Es una cuestión bastante más profunda. 

Pero quiero decir que hay un modelo que reduce la discusión de la seguridad en torno al delito. Ahora, quizás la discusión por la inseguridad debería ser una discusión por una sociedad con más o con menos oportunidades. Una sociedad sin oportunidades multiplica la desigualdad y la marginalidad. Una sociedad sin oportunidades genera un modelo inseguro. 

Por lo tanto, mientras algunos discuten las Taser, lo que hay que discutir es el prisma de seguridad. El Estado no puede pensar la seguridad con una lógica represiva. No puede pensar la seguridad como un accionar individual, sino que debe pensarlo en términos sociales. No hay posibilidad de tener una sociedad segura si esta sociedad no es justa.

La seguridad no es cercar los barrios populares con gendarmes. La seguridad es que dentro de los barrios populares haya laburo, que existan programas sociales, que haya oportunidades. Más trabajo, más oportunidades y menos comedores. 

El hombre y la mujer más insegura no es aquel o aquella que teme que le roben lo que tiene. La mayor inseguridad es el hombre y la mujer que no sabe si mañana come. Esta es la inseguridad social que genera otras inseguridades. 

Lo que urge entonces no es hablar de más represión, lo que urge es hablar de un modelo y actualmente en Argentina se discuten dos modelos de sociedad, uno que entiende que una sociedad con trabajo, con igualdad de oportunidades, es una sociedad más segura y otros que creen que sí hay marginalidad hay que reprimir a esa marginalidad para que no salte de los márgenes y así hablarnos de seguridad. 

Cuando queremos saber si una sociedad es segura o no, no debemos preguntarnos cuántos efectivos tienen su fuerza. Debemos preguntarnos cuál es su política de redistribución de la riqueza. 

El Ministerio de Seguridad, el Ministerio de Trabajo, el de Desarrollo Social y el de Economía, en algún punto debieran ser uno solo. Insisto, no preguntemos cuánto delito hay como primera interrogante, preguntemos por qué hay tantos que cada vez tienen menos opciones a todo.