Emilce Moler, sobreviviente de "La Noche de los Lápices", sintió la necesidad este año de hacer "una pausa en el camino y poner en palabras" sus vivencias como víctima de la última Dictadura Cívico Militar con el propósito de que "la nuevas generaciones puedan complejizar las miradas sobre la historia" de uno de los períodos más oscuros de Argentina.

"Después de años de oralidad y de una transmisión que hice en actos, marchas o declaraciones, llegué a la conclusión de que tenía que usar las palabras escritas para permitir análisis más profundos de nuestra historia con una mirada siempre puesta en el presente", señaló Moler en diálogo con La Mañana al referirse a "La larga noche de los lápices: Relatos de una sobreviviente", un relato de su autoría que repasa su historia como militante, detenida desaparecida y presa de la dictadura genocida.

"Tarde 60 años en escribir este libro. Resumí básicamente todas las preguntas que me iban haciendo a lo largo de las distintas charlas y entrevistas. Fui tratando de armar un relato con matices e historias cotidianas para interpelar a los jóvenes. El objetivo fue contarles como éramos nosotros y acortar esa brecha de 45 años que nos separan", agregó Moler. "Las disputas económicas y políticas de aquellos años siguen vigentes con otras metodologías. Por eso decidí trazar puentes con las nuevas generaciones porque ese pasado todavía no terminó".

La militancia de Emilce Moler

En septiembre de 1976, Moler era una joven de 17 años que militaba en la UES y cursaba el quinto año del Bachillerato de Bellas Artes en La Plata, una ciudad que en los años '70 se había convertido en epicentro de las movilizaciones y luchas que se daban en esos tiempos convulsionados.

Entre el 16 y el 17 de septiembre, diez jóvenes platenses que habían participado el año anterior de las movilizaciones por el Boleto Estudiantil fueron detenidos por efectivos del Ejército y la Policía Bonaerense. De ese grupo, Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Horacio Ungaro permanecen desaparecidos, y Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce, lograron sobrevivir.

En el libro, Emilce cuenta que al enterarse que Falcone y Ciocchini habían sido secuestradas, su padre, un comisario inspector retirado de la policía le propuso ir a Mar del Plata, por un tiempo, hasta que "las cosas se calmaran".

Con sus 17, Emilce se negó porque sentía que "no podía dejar a sus compañeros", y en esas horas, en su casa, antes de que los agentes se la llevaran en la noche del 17, se produjo una charla con su padre que resultó decisiva para atravesar todo lo que se vendría.

"Mi viejo fue muy importante en esta historia. Esa noche me dijo que hablar no servía, y varias cosas más. Todo eso me sirvió para soportar lo que se vendría. Puedo decir con orgullo que nunca hablé, y no juzgo a nadie. Pero no haberlo hecho me permitió hacer la reconstrucción de lo que había vivido", indicó.

En otro fragmento, Moler cuenta que para ella militar "es dejar de dormir la siesta". "Mientras compañeras mías dormían la siesta yo estaba en una reunión de las tantas que uno va porque siempre tiene una reunión que uno no puede dejar de ir. Se nos pasó la vida a los militantes sin dormir la siesta. Hoy más que nunca queda atrás la siesta para seguir doblegando la militancia que tanto necesitamos", expresó.