“Ese barbijo que tenés vos… El que tiene él, vos, vos y ella también, fueron fabricados en una PyME del Gran Buenos Aires que ya facturó 1.500 millones de pesos”. Con esas palabras, Alberto Fernández destacó durante el acto por el cierre de campaña del Frente de Todos uno de los desarrollos científicos más importantes que produjeron investigadores e investigadoras argentinas durante la pandemia: el famoso “barbijo del Conicet”. ¿Cómo surgió la iniciativa y quiénes lo producen?

A Alan Gontmaher la idea se le ocurrió en la primera semana del aislamiento social: la pandemia amenazaba con fuerza al planeta entero y las imágenes que llegaban desde Europa provocaban escalofríos. Entonces, el entonces fabricante de toallas aprovechó el encierro para ponerse a leer sobre nanotecnología. No quería fabricar cualquier barbijo, sino “el mejor del mundo”.

Un año y medio después, los barbijos Atom Protect –o “los barbijos del Conicet”, como se los conoce en las farmacias– son un clásico. Se los observa en las calles, en el transporte público, en hospitales y escuelas, gimnasios y bares, con dos ventajas superiores a cualquier otro tapabocas de tela: tienen propiedades antivirales que eliminan el SARS-Cov-2 y pueden lavarse hasta 15 veces sin perder efectividad.

“Miren este barbijo que tengo acá: es creación de científicos argentinos asociados a una PyME del Gran Buenos Aires. Facturaron 1.500 millones de pesos. Con la unión de científicos se pudo construir este barbijo que es singular, porque tiene una tela que mata al virus”, explicó hoy Alberto Fernández desde Mar del Plata, en el cierre de campaña del Frente de Todos, con su ejemplar negro en la mano.

Alan Gonthamer, el dueño de la PyME Atom Protect que fabricó los barbijos del Conicet.

Del Conicet a la cara

Con su fábrica de toallas paralizada por la pandemia y mucho tiempo en su casa por el aislamiento, Gontmaher comenzó a diseñar el proyecto de un barbijo antiviral que pudiera eliminar cualquier virus, incluido el que produce el COVID-19.

No empezaba desde cero: en su empresa ya buscaban avanzar en el desarrollo de toallas antivirales que pese a los reiterados usos “no tuvieran olor a toalla”, según contó el mismo tiempo atrás.

Luego llegó la sociedad con las investigadoras de la Universidad Nacional de San Martín y el Conicet, pruebas, ensayo y error y trámites para que fuera aprobado y autorizado para la venta al público.

¿Por qué son anti covid? El secreto está en el material en el que se embebe durante largas horas, cuya fórmula permanece guardada bajo siete llaves.

El barbijo del Conicet – explicó su propio fabricante – tiene tres capas: la primera frena el ingreso y egreso de fluidos. La segunda, con nanopartículas, destruye virus, bacterias y hongos; y la tercera, que absorbe la humedad del habla y la respiración. El desarrollo, del que participaron Gonthamer y las científicas Griselda PollaAna María Llois y Roberto Candal, que trabajaron con cinco becarios especializados en nanotecnología, se logró en apenas 45 días.

Para octubre de 2020, hace menos de un año, la producción ya trepaba a casi 2 millones por mes. Hoy, la empresa ofrece múltiples diseños a precios accesibles (oscilan entre los 600 y 700 pesos) y recientemente sacaron a la venta un modelo que es resistente incluso a la variante Delta de coronavirus.

La empresa de toallas se reconvirtió: en medio de la mayor crisis económica del último siglo logró ganar dinero, mudar su planta a un predio más grande y tomar empleados.

Además, escaló las ventas: en un principio se ofrecían en cajas sólo a través de su propio sitio web y ahora tienen locales a la calle, acuerdos para producirlos en cooperativas textiles de distintos puntos del país y venta en casi todas las farmacias por unidad.

Los barbijos del Conicet

“Destruye el coronavirus desde su ADN, no importa qué cepa sea, lo mismo con el virus de la influenza. También ataca bacterias y hongos”, graficó meses atrás el empresario ante la consulta de este medio, durante una recorrida por la planta de Bella Vista.

Todo el proceso de producción demanda largas horas: primero se cose la tela en gigantes telares que operan las 24 horas, luego se envía a tintorería, donde se embeben los químicos en máquinas que operan durante 12 horas diarias.

Finalmente se realizan los cortes. Sin embargo, no sólo pueden producirse barbijos, sino también otros productos con la tela antiviral.

“El barbijo elimina el COVID en cinco minutos. Con esta tela se pueden cubrir sillones odontológicos, camillas. Yo me imagino el producto aplicado a la vida cotidiana, desde una camisa hasta para tapizar una silla”, se entusiasmaba Gonthamer.