En su columna, Fernando Borroni repudió al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, por convocar manifestaciones para reclamar la intervención en el Supremo Tribunal Federal y denunció que el expresidente está encabezando un "autogolpe de Estado".

El temor a un autogolpe en Brasil está latente. Toda la región tiene posada allí la mirada. Hoy se va a realizar una marcha de apoyo a Bolsonaro y en contra de la Corte Suprema de Justicia. 

¿Lo que se busca con esto es quebrar el sistema democrático?. Este es el interrogante. Todas las encuestas hoy le dan un amplio triunfo para las elecciones del año que viene Lula da Silva. Estamos hablando casi de 20 puntos de diferencia a favor de Lula por encima de Bolsonaro. 

Bolsonaro tiene una imagen negativa que llega casi al 60 por ciento. Ahora, al mismo tiempo, Bolsonaro tiene una enorme incapacidad para resistir este avance popular del pueblo que ya ha determinado que el tiempo de Bolsonaro se acabó. No hay forma, ni por las políticas sanitarias ni por las políticas económicas Bolsonaro puede revertir la situación. Mucho menos por su accionar individual. 

Por lo tanto, la sospecha es que el presidente de Brasil está dispuesto a patear el tablero. Recordemos que llegó al poder luego del impeachment contra Dilma Rousseff. Cuando se dio el golpe a Dilma asumió Temer quien más tarde reconoció que fue una venganza lo que se hizo contra Dilma. Bolsonaro fue uno de los diputados que votó la destitución de Dilma y más tarde llegó a las elecciones con Lula preso y habiendo fingido un auto atentado. 

Por lo tanto, estamos frente a un hombre violento que reivindicó la dictadura y un hombre que fue capaz de violentar la democracia para llegar al poder. Entonces hay que preguntarse por qué no volvería a violentar la democracia para sostenerse en el poder. 

Ahora hay un recurso institucionalizado por el poder real dominante de la derecha en el mundo, que cuando ve que está perdiendo una porción de ese poder, empieza él mismo a construirse sus propias amenazas, para luego, una vez constituidas estas amenazas socialmente, ellos mismos construir la defensa a esa amenaza. Por lo tanto, son la amenaza y son la salida de la amenaza. 

Te construyo el problema y te ofrezco la solución, pero todo soy yo. Esto es lo que está haciendo Bolsonaro, y esto no lo puede hacer si no es con el apoyo de un sector económico, mediático y político de Brasil.  La idea del bien nace como concepto contrapuesto a la idea del mal o, si se quiere, al revés. Pero no todo lo que confronta al mal es bueno per sé. No todo lo que se opone al mal por el hecho de oponerse a él se convierte en bueno. 

Me acuerdo cuando George Bush hijo, luego del atentado del 11 de septiembre, dijo: "Nosotros somos el bien. Dios está de nuestro lado". ¿Por qué pudo decir eso? Porque precisamente antes estaba construido el demonio, que era Osama bin Laden.

Cuando surge el atentado, el demonio era visible. Ante la visibilidad del demonio te constituís automáticamente como el dios, el bien. Entonces también uno puede afirmar Dios existe porque el demonio existe, o al revés. O quizás al fin y al cabo, el cielo y el infierno sean un mismo lugar. 

Puede ser del diablo lo que puede ser de Dios, se pregunta Pedro Guerra en una canción, y esto es lo que pasa en Brasil. Quienes construyan la idea del bien y el mal, de lo correcto, lo incorrecto es el poder dominante a través de un lenguaje, y ese lenguaje construye cultura. 

Bolsonaro puede hoy jugar a defender la democracia, cuando en realidad lo que quiere es quebrar la democracia. Hoy va a movilizar a su pueblo en nombre de una defensa de la democracia, cuando lo que quiere es violar el sistema para sostenerse en el poder. 

En Argentina, el poder real construyó demonios a lo largo de nuestra historia. El peronismo fue su gran demonio, para luego justificar el bombardeo de 55. El kirchnerismo para luego justificar la persecución política. 

El cuento de Caperucita Roja con la abuelita y el lobo resume lo que nos está pasando. Bolsonaro juega a hacer el bien porque antes pudo construir la idea del mal. Cuando un pueblo no puede discernir y entender cómo desmenuzada ese proceso termina siendo víctima. 

Quizás muchos de los que hoy marchen a favor de Bolsonaro, en el fondo no saben ni por qué marchan. Pero la idea de que Bolsonaro defiende a su pueblo está instalada cuando en realidad sucede todo lo contrario.