En su columna, Fernando Borroni reflexionó sobre la polémica que desató la profesora que discutió sobre política a los gritos con sus alumnas.

Una parte de la sociedad y de los medios masivos están horrorizados, con derecho, porque se dio a conocer un video en donde una docente de la provincia de Buenos Aires, en plena clase debate o expresa su posición política frente a los estudiantes haciendo una fuerte crítica al macrismo. 

Hay una porción de la sociedad que lo critica, por cierto, desde una opinión que por supuesto es válida. Pero hay otra porción de la sociedad hipócrita en la que vivimos, sobre todo compuesta por los medios de comunicación que trabajan todos los días para imponernos discusiones, que quieren instalarse como una vara ética y moral. 

Ahora entonces, para algunos el debate es si en un aula se debe discutir o no política y si la docente estaba adoctrinando o no.

Puede impactar puntualmente la forma de la docente, pero a decir verdad, no conocemos cuál es el vínculo de ese conjunto de estudiantes con la docente. Aparte vimos un video recortado unos segundos. Por tanto, también al desconocer el vínculo, no sabemos si esas discusiones acaloradas son parte de una habitualidad o fueron una excepción. 

Ahora bien, todos y todas sabemos que el aula es un espacio político por excelencia. No estoy hablando de una política partidaria, sino que estoy diciendo que la educación es un quehacer político. No solo en relación a lo que estudiamos, sino al cómo y al desde dónde. La educación es un manojo de por qué estudiamos lo que estudiamos y no estudiamos otras cosas. 

También la educación es el lugar en donde estudiamos. Es el espacio en donde lo hacemos. Es el tiempo en el que lo hacemos. La educación no es un acto absoluto que sucede de idéntica manera, con idéntico lenguaje, con idénticas formas, en determinados lugares. Se educa en un contexto con multiplicidad de matices culturales, socioeconómicos e ideológicos. 

La educación en la escuela, sobre todo con los adolescentes, debe, por sobre todas las cosas, combatir a diario el verdadero adoctrinamiento que sufre la sociedad y que no está en las aulas. Está en los medios de comunicación. 

Si quieren hablar de adoctrinamiento dejemos en paz a una docente y revisemos cómo los medios de comunicación adoctrinan hace años, sistemáticamente todos los días. "Que el pobre es pobre porque quiere". "Que los programas sociales son clientelismo político". "Que el peronismo son toda una manga de negros chorros que no quieren laburar". "Que Perón era un dictador". "Que Cristina Kirchner se robó todo y además era una autoritaria". 

La actitud de la docente puede ser condenado no en tiempo en términos de las formas, pero no deja de ser una actitud individual. Ahora, la construcción del pensamiento único del poder dominante no es una actitud individual. Es estructural y está naturalizado por la sociedad. 

El Gobierno provincial y nacional han avalado sancionar a la docente. Déjeme decirle que estas medidas para la tribuna de doctrina de los medios opositores son bastante tristes. 

Lo más increíble de esto increíble es ver cómo la politización de la derecha está legitimada y la politización de otro sector no. Ayer fue tapa del diario Página 12 que la Ciudad de Buenos Aires nombró como director de una escuela a un apologista de la dictadura, del gatillo fácil y de la misoginia. Esto no fue discutido por la sociedad. Nadie se rasga las vestiduras.

"Yo no quiero que adoctrine a mis hijos", gritan algunos. ¿Se acuerdan del 0800 para denunciar a los decentes en la provincia durante el gobierno de Vidal? ¿Se acuerdan cuando no se podía hablar de Santiago Maldonado dentro de las aula? ¿Cuántos nos horrorizamos de eso? Pocos.

Como reflexión final, quiero compartir algo que leí en las redes que dice: "Yo no quiero que adoctrinan a mi hijo y a mi hija. Por eso lo mando al Sagrado Corazón de la Misericordia de las Esclavas del Señor".

Esto genial como síntesis. Pero claro, el problema es que la docente grita. Resulta que la derecha maneja los medios para construirnos una ética y una moral. Para decirnos que es bello y que no lo es. Que es verdad y que no lo es. Quien merece vivir y quién no, quién merece tener y quién no. Y si una docente defiende una idea en el aula, es un problema de Estado.