En su columna, Fernando Borroni reflexionó sobre la responsabilidad de Estados Unidos en el conflicto de Afganistán.

Las noticias que llegan desde Afganistán preocupan...

Las imágenes de los talibanes que se hicieron del poder al mismo tiempo que las tropas de los Estados Unidos se retiraban preocupan a la humanidad toda.

El fanatismo religioso, la interpretación del Islam que tienen los talibanes, las violaciones a los derechos humanos, sobre todo hacia las mujeres, asustan. 

Las imágenes de hombres trepados a los aviones como si fuesen botes y cayendo de ellos como si fuesen bolsas son aterradoras. Es una incógnita saber cuál será el futuro del pueblo de Afganistán. Lo que no es una incógnita es que para el pueblo afgano y sobre todo para las mujeres es que esta nueva esta será nefasta. 

Pero también es nefasto para todos los que allí viven tener que elegir entre ser gobernados por invasores extranjeros o ser gobernados bajo el régimen talibán. Quiero decir, hoy en día Afganistán está entre el horror y el espanto. No hay otra opción. 

Ahora bien, es interesante además analizar este hecho desde el proceso político y militar de aquel país para entender el círculo perverso de construcción de poder que tiene los Estados Unidos. 

Hay muchas maneras de entender el poder. Una de ellas es que el poder que logra consolidarse en el tiempo, arraigarse a medida de que pasen los años, es aquel que puede construir su propio contrapoder. 

Quiero decir, si el poder logra hacer un aliado puertas adentro, pero que se muestre como un enemigo puertas afuera nunca va a dejar de ser poder. Por que es Quien maneja todas las cartas. Es el blanco y el negro siempre. 

Esto han hecho los Estados Unidos en toda su historia. Por supuesto, con los talibanes más claro los han fortalecido, les han dado armas, los han entrenado para sacarse de encima a los rusos. Y luego lo fueron moldeando a su antojo y más tarde hasta el atentado a las Torres Gemelas, su propios amigos se constituyeron como sus enemigos. Un enemigo real, pero que sin embargo le sirvió para cumplir con su objetivo en Afganistán y en Irak, que era ocupar los territorios para quedarse con el petróleo y con el opio. 

Veinte años después se van dejando el poder a su amigo enemigo. Pero el negocio está hecho. El discurso de la defensa por la libertad, la democracia, todas las mentiras con la que Estados Unidos ocupa territorios o impulsa a otros a ocupar distintos territorios se desmoronó una vez más. En el medio de todo eso queda un pueblo que se trepa a los aviones para escapar, o las mujeres aterrorizadas porque volverán a ser cosificadas. 

Lo que estamos viendo es la lógica de la creación del problema y de ser la solución al mismo tiempo. Esta es la gran política internacional de los Estados Unidos. Crean el problema, arman el terrorismo, arman al fundamentalismo religioso, juegan para sus intereses, luego lo disfrazan de enemigos y hasta siendo enemigos le favorecen a sus intereses. 

Los talibanes y el imperio de los Estados Unidos, en términos geopolíticos, son el mismo horror. ¿Perdió una guerra los Estados Unidos? Hay quienes dicen que sí, y hay quienes creemos que en realidad el negocio ya está terminado. 

La estructura económica que querían dejar instalada ya quedó. Ahora en los Estados Unidos comienza otra etapa que es si enfrentar a sus verdaderos enemigos que son China y Rusia. Aquí si empieza un nuevo enfrentamiento, por eso abandona Medio Oriente. 

Los poderes super estructurales están en guerra permanente y abajo quedan los pueblos. A veces parece una historia repetida. Lo más increíble es que todavía nos sorprenda.