Luego del parate creativo que le ocasionó el ACV que sufrió a finales del 2016, el filósofo, docente e historiador José Pablo Feinmann recuperó sus ganas de escribir y sueña con publicar una nueva novela. Además adelantó que es posible que vuelva con el ciclo televisivo "Filosofía, aquí y ahora", el éxito que se transformó en el programa más visto de Canal Encuentro y que es el material didáctico en materia de filosofía más visto en internet.

En comunicación con AM750, Feinmann habló del dolor que le provocó la muerte de su amigo Horacio González, reflexionó sobre la incertidumbre que generó la pandemia del coronavirus y opinó sobre la gestión del Frente de Todos y el rol de la oposición.  

- Esta pandemia nos afectó y puso a la muerte cerca de todos. ¿Cómo se puede sortear este momento? 

-- La finitud no tiene palabras. No hay manera de justificarla. Pero también es imposible la idea de la inmortalidad. Se tornaría muy aburrida en una existencia tan prolongada y caería inevitablemente en la repetición. Es lamentable que uno haga cosas que ya hizo y las repita. Siempre muy doloroso perder a un ser querido porque uno cree que va a vivir para siempre. Eso es ser joven. Cuando uno es joven cree que la muerte está muy lejos. En principio solo cree que es algo que le ocurre a los demás. Pero la pandemia cambió dramáticamente eso. La muerte se volvió inminente, en cualquier momento uno puede tener el covid-19 y depender de la suerte. El hecho de estar en cuarentena, de estar encerrados, nos llevo a una reflexión inevitable sobre la brevedad de la vida porque todos esperamos alguna vez pero nadie imagino su muerte producto de una pandemia. Eso es algo muy doloroso aunque también es verdad que hay más muertes por la guerra en la historia humana que por el Coronavirus. En la Segunda Guerra Mundial hubo 80 millones de muertos y en la primera guerra hubo 20 millones de muertos. Son números aterradores, injustificables. Contra el virus no se puede hacer nada. Es una especie desgracia que le cae a la condición humana. Pero las guerras debieran poder ser evitables. 

- En tu despedida a Horacio González destacás que tuvo una vida plena. Lo mismo podríamos decir de la tuya. ¿Cómo se hace para poder acercarnos a una vida bien vivida?

-- Una vida tiene que justificarse, uno tiene que sentir uno mismo ante todo y ante la gente que ama y que los rodea que una vida hay que justificarla. No estamos en este mundo para vivir y nada más y no dejar ninguna huella. Hay que dejar una huella y ahí la muerte se tolera mejor cuando uno sabe que ha hecho todo lo que pudo hacer y de una buena manera. Hay una frase por ahí que dice "vive de tal modo que tu muerte resulte una injusticia". Se trata de eso, de dejar una marca en el lapso de la vida que uno le ha tocado vivir. 

- ¿Cómo te llevas con tu propia huella?

-- Me gustaría escribir una novela más, una novela más pero o tengo ninguna deuda en ese sentido. Creo que di mucho de lo que me había prometido dar desde joven. Y que cumplí muchos sueños a pesar de pasar muchos años de mi vida obliterado o sin poder hacer cosas. Todos los años de la dictadura cívico militar los pasé muy mal. Ahí no hice nada. Estaba estupefacto, guardándome en un exilio interno. Eso es la argentinidad también porque después no se cumplió ninguno de nuestros jóvenes anhelos con los que tuvimos con Horacio González, que nos conocemos desde 1970. Soñábamos muchas cosas y creíamos en muchas cosas. El desafío del paso de los años es seguir empujando sin tener tantas certezas ya, pero no perder el deseo de seguir adelante, aunque nada este garantizado. 

- Sin embargo durante la dictadura publicaste Últimos días de la víctima...

Si, la publiqué en diciembre del 1979. Esa es una de las novelas de la dictadura porque es crítica de la dictadura, se publica bajo la dictadura. Yo estaba un poco loco para hacerlo. Pero lo hice

- ¿Cómo lograste que pasara los filtros de la censura?

-- No sé. Nadie me dijo nada. Incluso en el 82 el libro llegó a ser una película. Años después del estreno me encontré con un compañero del secundario que me dijo que había trabajado en el ente de calificación cinematográfica, con lo cual me dio la idea que no volveríamos a ser compañeros ni amigos. Él me dijo que se dieron cuenta de todas las señales daba la película pero que lo dejaron pasar. Después de Malvinas la mano de la represión paró bastante. Pero fue un riesgo publicar la novela. Salió bien, así que valió la pena.

- En tu libro Timote, sobre el secuestro y la muerte de Aramburu, planteás ese dilema revolucionario sobre la administración de la fuerza y la encrucijada sobre si se necesita más tiempo o más sangre para alcanzar esa revolución. Hoy vemos un gobierno que, con las dificultades de la pandemia y de la crítica situación económica y social, avanza con cuidado bajo la excusa de las correlación de fuerzas. ¿Coincidís con esta mirada? ¿Cómo ves la gestión?

-- Yo creo que si uno se pone a calibrar la relación de fuerzas nunca llega el momento de la acción, porque nunca está claro si es realmente una relación de fuerzas favorable. Siempre la acción política requiere un una gran fuerza de voluntad, de decisión, desde el deseo de hacer algo. Y si hay que pasar todo el tiempo pensando que no podéis por diferentes motivos quizás no puedas nunca. En algún momento hay que hay que tirarse a la pileta. Eso es lo que siempre le señaló al gobierno de Alberto. Por lo demás me parece que hay que apoyarlo porque sería catastrófico el festival de la ultraderecha que se vaya a este gobierno.

- Hace poco conocimos que el gobierno de Mauricio Macri apoyó el golpe de Estado en Bolivia y da miedo ver que la noticia no generó el repudio social que merece un hecho de estas características. Da la impresión de que en este escenario puede pasar cualquier cosa…  

-- Hay que tener en cuenta que Macri sacó el 40.8 por ciento de los votos. Todos esos que lo votaron, más la mayoría de los grandes medios de comunicación, estuvieron y están a favor de un golpe en Bolivia y de un golpe en Argentina. No van a parar de erosionar a este gobierno hasta lograr un golpe. No se si será blando, duro, institucional pero están en eso y yo espero que no lo logren. El modo en que actúa la oposición es tan agresivo y tan erosionante que uno no puede menos que pensar que lo que quieren no es dialogar con este gobierno, si no que se vaya directamente. No les veo con un afán dialoguista ni colaboracionista y eso es no hacer política.