En esta Argentina todo suceso político, social, cultural, puede ser puesto en discusión. Al fin y al cabo no estaría tan mal, pero se pone en duda hasta aquello que es del mundo de la certeza y lo pone en duda cualquiera.

"Los 30.000 no fueron 30.000", dice algún oportunista, negacionista, devenido a candidato político, porque sabe que al decirlo obtiene cierta repercusión. Es verdad, no es verdad, no le importa, el objetivo es la repercusión.

"Las Malvinas no son argentinas", dice una joven candidata porque cree que así va a tener mayor visibilidad. La intelectual del pensamiento dominante dice que basta con ir a Malvinas para darnos cuenta que las Malvinas son inglesas.

Un diputado dice que la actriz y conductora va a la Quinta de Olivos para tener sexo. ¿Por qué? Porque parece que tiene derecho también a decir cualquier cosa y así se va instalando las imágenes de una película de terror que estamos viviendo en estos tiempos en la Argentina.

Lo que más indigna es que ninguno de los que dicen estas barbaridades son representativos en la sociedad. Apenas sintetizan a una minoría pequeña que en verdad que no debería ser ni considerado lo que dicen.

Pero claro, como aquello que dicen, por más que represente a una minoría, está multiplicado por los medios de comunicación de oposición parece entonces que esto le interesa a la mayoría y que lo piensa una porción importante de la sociedad. Y no es así.

Los argentinos y argentinas no estamos discutiendo las Malvinas si son argentinas o no lo son, todo lo contrario. Los argentinos y argentinas en su totalidad, no solamente que exige la soberanía de nuestras islas, sino que reivindica a sus soldados.

https://www.youtube.com/watch?v=Z3VMa084zgk

La deteriorada intelectual y humanamente Beatriz Sarlo no representa más que a una vieja oligarquía que mira a la Argentina y a su pueblo con un broche en la nariz porque no soporta sus olores.

Sin embargo, los medios la instalan como una noticia, porque son esos mismos medios que la instalaron en un lugar de privilegio intelectual.

Fernando Iglesias y su resentimiento permanente no representa a nadie. Ahora, por qué hacemos de esas pequeñas instalaciones una discusión social y todos nos ponemos a hablar de eso.

Porque se ha instalado como noticia y la instalación de la noticia le corresponde a esos medios. Entonces a nosotros casi que siendo coherentes con este mismo planteo, tenemos que darle respuesta a esto.

Iglesias y Sarlo son linyeras de la política y de la intelectualidad. Por qué esta gente va revolviendo la basura y ve qué puedes hacer con ella para disputar visibilidad.

Culpas y responsabilidades de estos hay muchos. Por supuesto, quienes dicen las barbaridades que dicen, los medios que la instalan como un problema de todos y una sociedad que parece que lo tolera y que no termina poniendo límites. Una Sociedad que no busca argumentación y que consume la noticia.

A veces la responsabilidad está en el dueño del circo, otras veces en sus payasos, otras veces en los aplaudidores y otro a veces en quienes venden y compran la entrada para ir a ese circo.

Ahora así vivimos y tropezamos con esta incoherencia permanente. Les damos visibilidad a aquellos que no tienen ninguna representatividad, pero el silencio no termina siendo cómplices en esa trampa. A esa trampa. Nos ha empujado el modelo.