Para el candidato Ricardo López Murphy los desaparecidos durante la última dictadura no fueron 30 mil, fueron menos. Para Sabrina Ajmechet, candidata de Juntos, las Malvinas no son argentinas. Para la misma candidata, la Noche de los lápices fue un operativo en contra de un "grupo montonero".

Evidentemente, el negacionismo no se detiene. Evidentemente, el negacionismo es el recurso por excelencia de la derecha para negar la realidad. 

Buscan multiplicar la amnesia para construir, sin memoria, una sociedad atontada que vuelva a repetir los errores del pasado. Si lo niego, no existió. Lo que busco negando un hecho es negar su existencia.

Ahora bien, lo terrible negacionismo es que borra de un plumazo acuerdos y pactos sociales que una sociedad hace cuando quieren madurar.

Discutir a los 30 mil no es sólo negar la historia, sino que es banalizar lo sucedido por aquellos años en la dictadura. Es banalizar las consecuencias de la dictadura, la lucha de las madres y de todos aquellos que han estado vinculados a los derechos humanos. 

Pero al mismo tiempo es romper con un consenso y un contrato social como el Nunca Más, que un límite común que construyo todo un pueblo que le dijo Nunca Más a la dictadura y a la violación a los derechos humanos.

Ese es un contrato social que no pueden venir a ponerlo en discusión cuanto imbécil más intencionado esté frente a un micrófono. Si negamos las Malvinas y decimos que las Malvinas no son Argentina, no es sólo romper con el consenso que ha significado que la lucha de Malvinas ha sido, más allá del contexto de la dictadura, la vida de muchísimos jóvenes, hombres y mujeres en nuestro país, sino que es negar nuestra historia. 

Desde la oposición no conciben el valor del patrimonio nacional. Entonces, para negar esa soberanía hay que negar que existieron hombres y mujeres que dieron la vida por ello. Quieren construir un país sin historia y sin derechos. Esa es la idea. 

Una sociedad sin historia es una sociedad que sólo hace pie en el presente. Un presente donde no existe pasado es simplemente un pasatiempo. Y en ese pasatiempo el modelo se aprovecha y nos idiotiza en el consumo, en la despolitización, en la falta de espíritu analítico y crítico. 

No podemos permitirnos como sociedad que se rompan estos contratos sociales, que han sido firmados con dolor, con la sangre de muchos y con la tortura de otros tantos. 

Los contratos sociales, a partir de las luchas que la sociedad ha constituido como resistencia, tienen fuerza de ley. Así debería ser. No se puede todo el tiempo volver atrás para negar lo que nos pasó. 

Tiene que llegar un momento en la Argentina que el que niega a los 30 mil detenidos desaparecidos debe ser considerado un traidor a la patria. El que niega el genocidio que se vivió bajo la dictadura militar es un traidor a la patria. El que niega nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas es un traidor a la patria. 

Hay que terminar con cierto juego donde todo está permitido y lo que buscan es arrancarnos página de los libros de historia. El genocidio no se niega. A los 30 mil no se los niega. Quien lo haga que se banque el título de traidor.