Esta editorial de apertura bien podría llevar como título "Camino a la libertad". Suena fuerte, hasta hollywoodense, y en estos tiempos de vedas y encierros, vibra en el pecho que te hablan del final feliz. Te dicen “libertad”y se te enciende la vida. Y es lógico.

Pues algo así nos dijeron hoy, justo hoy. Se escuchó decir al jefe de la Ciudad de Buenos Aires que, poco a poco, etapa por etapa, todo milimétricamente planificado y profetizado, volveremos a ser libres, volveremos a la normalidad.

Etapa 1, etapa 2, así hasta estallar de felicidad en un orgasmo colectivo en el que arrojaremos los barbijos por el aire. “Seamos libres y los demás no importan nada”, parecía decir el Jefe de Gobierno porteño, anunciando, efectivamente, todas las libertades todas, para su territorio, empezando por la inquietante "libertad" de volver a poner a nuestes hijes en un aula, juntites, todes, el lunes que viene.

A mí me dieron la primera dosis, a un montón de otra gente también, pero está el tema este de la capacidad de mutación del bicho, y veo cómo se preocupan en Europa, y veo que tenemos unas ganas locas de descontrolar y que no está bueno perder nuestras buenas conductas de cuidado. Y me parece que yo no me subo nada al tren este de la libertad, no en esta vuelta por lo menos.

Pero, ojo, porque no es sólo Larreta. Axel tambíen, todes a clases el lunes. ¿Serán los ánimos de campaña? ¿Será la necesidad de ofrecernos esperanzas e ilusiones y así lograr nuestro voto? ¿Será por eso que todo de pronto comienza a sonar a “etapa superada”?

Si me preguntas, yo sería más prudente. Sin ánimos de fatalismo, sólo realidad, datos y observación. Me encantaría creerles ciegamente y el lunes próximo salir al mundo confiada en que ya no hay peligro, pero no me sale. Algo en mí me dice que no es así. ¿Será la información? ¿Será la experiencia de tanto amague y tanta nueva cepa? ¿Será que me enamore del encierro?

Lo cierto es que me hablan de "normalidad", y no veo ninguna posible normalidad en este presente o futuro mediato. Le creo y le tengo fe a la vacuna, pero todo con pie de plomo. Ni Larreta tiene el oráculo, ni Axel el diario del lunes.

Por más buena voluntad y ánimos pre campaña que le pongan, me sigue gustando la idea de la prudencia. Nadie sabe, ni a ciencia cierta ni de la otra, qué cosa puede pasar entre nosotros y este virus.

Hay una realidad: ni al bicho ni a nuestra indisciplina somos capaces de controlar. Y dadas estas condiciones, la libertad se puede poner peligrosa.