En las últimas horas circularon fotografías de un ataque al instituto Patria. La seguridad en Buenos Aires es dudosa, en este caso parece que nadie advirtió a este grupito, que emprendió en contra del edificio con pegatina y huevos. Los carteles que pegaron mencionan los 90 mil muertos por coronavirus  y apuntan al gobierno como una dictadura. Es decir, empiezan a culpar al gobierno por los muertos del covid los mismos que llamaron todo el tiempo a incumplir las medidas. Pero el mensaje, más allá de los carteles es el mismo de siempre; el odio y la intolerancia. El odio dirigido además al componente del Frente que más los irrita, Cristina. El kirchnerismo representa no sólo el discurso a favor de los sectores más populares y la prédica de la redistribución de los recursos, el kirchnerismo mientras fue gobierno significó para muchos la pérdida de privilegios, y eso es algo que hasta el día de hoy no se perdona. Por eso deambulan como zombies, agitando banderas y globos negros. Son personajes realmente increíbles, enojados, enojadas, vociferando si se les consulta, y con unos niveles de violencia verbal no apto ni siquiera para los canales que alimentan ese enojo de aspirante a aristocrata, de terratenientes de balcón, con títulos que apuntan siempre en la misma dirección. No se ven muchos repudios al respecto y debería haberlos. Hace unas semanas hablábamos de una bomba en un local de La Cámpora en Bahía. Estoy segura que hacemos mal si naturalizamos estos hechos de violencia hacia cualquiera espacio político, más temprano hablábamos de amenazas y escraches a integrantes del PC, de periodistas pidiendo “limpiar” la Argentina de ese tipo de expresiones. Son los mismos que defienden la república, son los mismos que reclaman libertad, pero parece que la libertad que quieren es la de tener el país para ellos sólos, la libertad de no convivir con nadie que opine diferente y en todo caso, si opina diferente que permanezca callado o callada. Hay incluso un discurso con el que trabaja la derecha desde siempre y que el PRO utiliza mucho que es el denostar a la política, denostar a la militancia. Es curioso, porque quienes refuerzan esa idea se proponen como los, supuestamente, indicados para “despolitizar” si son elegidos aunque tienen muy en claro una idea política, es la misma que ejecutaron entre 2015 y 2019 cuando Argentina se endeudó, cuando se utilizó al Estado para espiar y perseguir, cuando el empobrecimiento no fue producto de una pandemia si no de un plan económico muy claro: concentrar aún más la riqueza. A eso le llaman despolitizar. Mauricio Macri levantó el perfil en las últimas semanas, mostrándose hasta un tanto desesperado por perder terreno ante Larreta que abandonó cualquier actitud sumisa. Dicen que el propio Macri habla de un parricidio. Sus “hijos” y digamos que también “la hija” de la política se le revelan, y es lógico nadie que pretenda un futuro político quiere estar pegado a Mauricio. No debe haber muchos antecedesntes en la historia Argentina de ex presidentes que tengan la cantidad de causas que que tiene Mauricio Macri, muchas con evidencia muy clara, que hayan podido pararse frente a las cámaras un año y medio después de perder las elecciones y erigirse como un posible candidato a presidente o líder opositor. Los periodistas independientes no tienen mucha urgencia por preguntar y mucho menos en repreguntar. La palabra “independiente” en este caso cumple el mismo rol que esa “desideologización” o “despolitización” de esos sectores que recién mencionaba, promocionan una supuesta asepsia de intereses que nunca es tal, y está bien, todos tenemos intereses, el tema es que algunos intereses mezquinos no pueden admitirse públicamente. El combo justicia y medios de comunicación al servicio del poder real otorgaron al macrismo y a Macri en particular, una suerte de amnistía a la que no todos podrán acceder. ¿Qué existan esos privilegios es responsabilidad exclusiva de Macri o de esa elite que sin ser votada se arroga un cogobierno? ¿O hay un dejar hacer? Las reformas en esos dos espectros son necesarios y esto lo decimos siempre, no sólo para un gobierno que es atacado y condicionado constantemente, es necesario democratizar justicia y medios para que se respeten los derechos de todos y todas, para que dejen de existir privilegios. De todas maneras, en términos políticos Macri parece estar dando manotazos de ahogado, está tratanto de retener un poco de poder, intentando disputar con Larreta el liderazgo del espacio, cuando él mismo sabe que a pesar de todo resultará muy difícil y casi imposible, volver a ser presidente en 2023. ¿Qué votará el electorado en 2023? falta mucho. ¿Qué votará en septiembre y noviembre? ¿Qué influirá más, ño sanitario o lo económico? En seguida se lo vamos a preguntar a un ministro de gobierno. Es un momento inaudito, son meses, años, extraños. Todos y todas queremos volver a la normalidad, pero fingir que no está ocurriendo nada no parece funcionar, tenemos más de 500 muertos a diario y los contagios siguen en números altos, ayer 25 mil. Una mujer se tira de rodillas en Córdoba frente al auto en el que iba el presidente pidiendo por favor que vuelvan las clases, como si alguien pudiera estar contento de esta desgracia colectiva. La foto sirve para la prensa. En CABA se anuncia que los bares podrán recibir en una capacidad de hasta un 30 por ciento adentro (en realidad esto ya ocurría), los estudiantes del secundario vuelven a las escuelas y abren otras actividades. Quiros admite que es inminente una tercera ola. Entonces...que estamos haciendo? Algunas provincias se preparan para las vacaciones de invierno. El 40 por ciento de los argentinos que vienen del exterior no cumplen el aislamiento. Al final, parece que hay una gran parte de la sociedad que decidió que 500 muertos por día es un número soportable. El plan de vacunación avanza a paso firme y con muy buenas noticias, los 24 millones de Sinopharm anunciados ayer, los millones recibidos esta semana que fue récord en recepción de vacunas, la llegada de segundas dosis de Sputnik y su producción en el país. Hay buenas noticias en este lío. Pero no hay quien las cuente. No puedo cerrar sin mencionar esta noticia que el jueves a muchos y muchas nos emocionó: Argentina es un país más justo, más inclusivo, más humano, con la ley de cupo trans aprobada. La insensibilidad histórica ante el sufrimiento de ese colectivo, la estigmatización y discriminación que sufren desde siempre, se reflejan en datos cruentos de la realidad: la expectativa de vida de las personas trans en argentina es de 40 años. La aprobación del cupo trans es el inicio de un camino de dolor que hay que desandar. Esta ley es una demostración además de que Argentina puede trabajar en seguir ampliando derechos a pesar de la crisis que implica la pandemia, a pesar de los discursos de odio. Argentina no es ese país de mierda como nos quieren hacer creer, un país tan de mierda que hay que tomarse un avión a Europa o Estados Unidos que seguro te va mejor. Aceptar esa idea es claudicar. Aceptar esa idea es resignarse, y resignarse es perder.