Por Julia Strada*

La carne se transformó en un commodity desde el momento en que China comenzó a comprarle a la Argentina. Cuando hablamos de commodity se trata de un bien primario, cuyo precio se fija a nivel internacional. Argentina está sujeta a una fijación del precio más elevada porque está subiendo muy fuerte su precio. 

Es evidente que lo que también ocurre con el precio de la carne es que hay una concentración económica entre los frigoríficos que mayormente concentran la faena. No sólo concentran la faena en sus establecimientos, sino que además contratan tercerizado matarifes, lo cual significa que controlan más faena que la que dicen controlar. Estos sectores son los que finalmente fijan el precio del corte de carne porque son lo que le venden a las carnicerías en última instancia. 

Ese canal del frigorífico a la carnicería es importante identificarlo y conocer cómo se fija el precio, porque es ahí donde encontramos gran parte de las razones de los aumentos. 

Pasan al menos dos cosas: en primer lugar, aunque la carne no tenga al maíz como componente principal (solo el 10 por ciento del costo de hacienda o de la carne en mostrador sí pasa en los Feedlot) fijan el precio de hacienda de la carne en base al precio del maíz, que es el insumo que compran para engordar la vaca.

Ahí se encuentra una sujeción al precio internacional del maíz. El precio internacional del maíz tiene retenciones, pero no han subido, y registró una suba del 120 por ciento en el último año. 

Es por eso que la carne sigue subiendo aún con los controles, porque hay una fijación del precio que se hace en relación a un precio internacional y esa intervención en la fijación del precio es muy difícil de hacer. Una vía sería mediante la intervención del Mercado de Hacienda de Liniers. 

La segunda cuestión tiene que ver con que hay una parte de la inflación que se explica por el conflicto distributivo. La inflación empieza a subir en Argentina a partir de la reactivación económica en octubre del año pasado. Desde ese momento volvimos a tener fue una inflación de tres, cuatro puntos por ciento mensual. 

Hubo un paréntesis durante los primeros meses de la pandemia pero luego, con la reactivación económica volvió a tener un ritmo inflacionario muy elevado, producto también de que el bolsillo empezó a tener más consumo o más plata para consumir.

Entonces, ahí hubo un aval permanente del precio de la carne, precisamente porque el bolsillo lo puede pagar.

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* La autora es economista, directora del Banco Nación y columnista de La Mañana, por AM750.