¿Cómo se mide el fracaso o el éxito de una sociedad? Hay quienes lo miden en su capacidad económica, en su distribución económica. 

Hay quienes lo miden desde la situación social que ésta genera. Hay quienes lo advierten por los vínculos de respeto y de tolerancia que coexisten entre quienes integran, quienes conforman esa sociedad. 

Hay otros que lo pueden medir en torno a la suma de derechos, al libre ejercicio de esos derechos. En términos de oportunidades. En términos de acceso. 

Una sociedad victoriosa o exitosa en verdad es la que alcanza mayor nivel de igualdad, de equidad, de justicia, de respeto y de pluralidad, y donde cada integrante se sabe parte de un colectivo y no se considera el todo. 

También es una certeza que una sociedad fracasa cuando el interés individual busca imponerse sobre el colectivo, cuando en pos de lo individual se piensa toda la sociedad lo que a mí me pasa, lo que yo necesito, es lo que nos debe pasar a todos, es lo que necesitamos todos.

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Se fracasa cuando un pueblo no piensa en pos de su propia realidad, sino que piensa y actúa en pos de un relato impuesto por un poder dominante que se sintetiza desde los medios de comunicación. 

Podríamos estar horas evaluando éxitos y fracasos con la subjetividad de cada uno. Y seguramente habrá varias maneras de reconceptualizar los éxitos y los fracasos en torno a la coyuntura que se vive. 

Hoy claramente, el desafío de nuestra sociedad es la lucha contra la pandemia. La lucha en defensa de la vida, de la propia y la del otro.

Sin embargo, en medio de los 41.000 contagios, y los más de 70.000 muertos en el país no se detiene la manipulación mediática, no se detiene la mediocridad y el oportunismo político. No se detiene el sálvese quien pueda ni las las fuerzas y discusiones a las que nos empujan. 

Todo esto al tiempo en que las vidas se van una tras otras. Habla de que hemos fracasado. Ha fracasado la política. No toda, no quiero generalizar. Pero mayoritariamente ha fracasado la política porque olvidó que ésta es un instrumento para mejorarle la vida a la gente y no para dificultársela.

Porque muchos sectores de la política dejaron de tomar las decisiones a partir de las necesidades del pueblo y comenzaron a tomarlas a partir de las encuestas. 

Se los eligió y se los votó para tomar decisiones y no para hacer de esta decisiones una estrategia de campaña. 

Hemos fracasado como sociedad. Porque de alguna manera toleramos esto. Y también porque no supimos correr las contradicciones secundarias y priorizar la vida. 

Hicimos de esta pandemia un tiempo en donde desnudar el odio por el otro y en donde desnudar las diferencias por el otro valía más que el cuidado a la vida. 

"Como vos sos K y defendés las vacunas, yo que soy anti K yo soy antivacuna". Así de chata, baja y miserable fue la discusión en algunos sectores y la que los medios medios la instalan, generan, y multiplican.

Fracasamos porque en vez de como sociedad poner la energía en una energía común colectiva, preferimos dar estas batallas hoy menores. 

Al fin y al cabo, entonces terminamos fracasando como humanidad porque seguimos creyendo que somos en la medida en que tenemos y que para tener hay que pisarle la cabeza al otro. Esta lógica, que parece comercial y económica, que se trasladó a lo social hoy nos firma una sentencia. 

Si algo no cambia. Si no existe un punto de quiebre, esto se multiplica. El gobierno puede intentar hasta lo imposible, pero si no hay una sociedad que lo respalda y que da las discusiones de verdad, difícilmente puedan llegar a buen puerto.

Es la sociedad quien debe exigirle a la política otros ritmos. De los fracasos, se sale si claramente se sale y ahí está siempre la esperanza. Pero se va a salir cuando recuperemos la centralidad, la importancia, las urgencias. Si no entendemos que en el otro está mi libertad. Que en el otro está mi salud Y que en el otro está mi posibilidad. A esta altura de la humanidad es porque no entendimos nada.