Treinta y cinco mil cuatrocientos cuarenta y tres casos de personas contagiadas de coronavirus en la Argentina. 745 fallecidos. Me pregunto qué vamos a hacer. Tenemos que esperar al viernes. Lo que nos queda es esperar que quienes deben tomar las decisiones, las tomen.

El Presidente afirmó que difícilmente regrese la fase 1 porque existen "cuestiones sociológicas que así lo determinan". No sé a qué se habrá querido referir con 'cuestiones sociológicas', pero al fase 1 no se vuelve.

Lo concreto es que la sociedad, integrada por ciudadanos que queremos cuidarnos no sólo nuestra propia vida, sino la del otro, entremezclado con los anti cuarentena y los antivacunas, con los que quieren vacunarse también, entre todos y todas estamos esperando medidas que puedan mejorar al menos fue un poco esta situación desastrosa a la que hemos llegado.

No hemos estado a la altura de a lo que la pandemia los empujó con brutalidad. Sin generalizar, la política no ha estado a la altura de las circunstancias de estos últimos meses.

Muchas provincias miraron para el costado. Se hicieron los desentendidos por el crecimiento de los contagios. Sus dirigentes decidieron no ponerle el cuerpo a las decisiones firmes.

Y luego casi que se fue constituyendo el "que se muera, que se tenga que morir". Porque lentamente todo iba empeorando. Y se hizo poco y nada para evitarlo.

Quiero hacer la salvedad, y no es la única, de la gestión del gobernador Axel Kicillof, su ministro de salud, Daniel Gollan, y de su viceministro Nicolás Kreplak. En la provincia se cansaron de pedir que se retroceda a fases de mayores restricciones y de alertar que esto se venía, mientras que extraños se hacían los desentendidos.

No tenemos ya opción y esperamos que las decisiones que necesitamos las tomen a aquellos que han sido elegidos para tomar decisiones. Y no decisiones a partir de la mezquindad política de algunos, de la mediocridad política de otro o de lo que la tapa de un diario autoriza o deja de autorizar.

Pero no fue sólo algún sector de la política. La verdad que como sociedad no hemos estado a la altura. Insisto y sin querer generalizar, pero no ganó el sálvese quien pueda, aunque ese sálvese quien pueda es minoritario en nuestra sociedad. Nos ganó la pulseada porque su relato se instaló. Y no solo porque su relato es el relato de los medios dominantes, sino porque nuestro grito fue titubeante.

Se fracasó porque entramos en la lógica de discutir economía de su política. Porque entramos en la lógica de discutir algo versus educación. Mientras discutían, los casos aumentaban y los hospitales se abarrotaban y los médicos reclamaban, los enfermeros exigían y los infectólogos hablaban. Pero con algunas medidas fuimos empujando una situación que tarde o temprano iba a llegar.

Cuando el enemigo de la pandemia comenzó a avanzar, el Estado retrocedió de a poquito, lentamente, en silencio. Con más discurso que hechos.

La esperanza está en la vacuna, que si la tenemos, si es y también hay que decirlo, por gestión de este gobierno. Únicamente por gestión de este gobierno. Allí se ganó una batalla que es pese a todo lo que acabo de decir la única que nos da esperanza.

Pero la esperanza también está en aquellos que sí han estado a la altura. Los únicos y únicas que tuvieron que aguantarse que algunos discutamos política, que tuvieron que aguantarse un Estado que llevaba adelante más o menos cuidado.

Tuvieron que aguantarse la manipulación política de algunos sectores y que todos los días pusieron el cuerpo para salvar vidas y que muchas veces la pagaron con la propia. Esos son nuestros médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, personal de la salud. Todo ello si han estado a la altura de las circunstancia.

A ellos el agradecimiento de siempre.