Por Gustavo Campana

Cada vez que hablamos de Evita hay que conjugarla en presente. 

Ella habló con la palabra justa, el tono justo, sabiendo perfectamente quién era el enemigo de justicia social, distribución de la riqueza, soberanía.

Fue una de las mujeres más importantes del siglo XX, porque en una revolución que la tuvo a ella como protagonista, sin cargos públicos, de la mano de una ráfaga de seis años por la historia argentina, yo creo que te interpela en el presente. 

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Te pregunta de qué lado estás. Te interpela preguntándote si entendés al peronismo como un movimiento revolucionario por aquello de ser revolucionario o no será. 

Evita encontró el lugar justo en el hecho de la solución urgente. Y ahí dio su vida en la solución urgente, sabiendo perfectamente que había que ganar cada minuto de la vida de aquel primer peronismo porque "el enemigo esperaba en sus guaridas asquerosas", como solía decir.

Arrancó con un discurso tibio, medido, guionado y terminó siendo ella misma, hablando desde las tripas, planteando cosas como “con las cenizas de los traidores haremos la patria de los humildes”. 

Fue a fondo. Entendió que la pelea estaba dada y que la batalla inconclusa necesitaba un resultado. Todavía no lo tenemos y uno sabe perfectamente, por aquel grito setentista, que si Evita viviera seguramente estaría peleando por lo mismo.