“La democracia está amenazada”, afirmó Mauricio Macri desde Miami, junto a los represores Iván Duque y Sebastián Piñera. 

Cada vez que gobierna el campo nacional y popular, la derecha habla de que la democracia y la República están en peligro. Y si bien ya a esta altura sabemos con claridad que no es otra cosa que una muletilla con la que buscan deslegitimar a un poder popular elegido por su pueblo, no deja de instalarse, no deja de ser parte del lenguaje o del vocabulario propio de un pensamiento único que se instala en el mundo y sobre todo en la región. 

Ahora bien, también podemos pensar que lo que dice Macri es verdad y que tiene razón.

La democracia está amenazada porque, a priori, aceptamos todos y todas mayoritariamente una democracia capitalista en términos económicos y neoliberales en términos culturales.

Quizás debamos darnos cuenta que la mayor amenaza que tiene la democracia precisamente es esta regida por un modelo neoliberal.

La pregunta es entonces si puede coexistir una democracia con un neoliberalismo o una democracia con un capitalismo salvaje. 

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La respuesta que uno se anima a afirmar es decir 'no'.

No pueden convivir. En todo caso, debemos animarnos a empezar a pensar y aceptar que debemos llamar de otra manera a estas supuestas democracias en las que vivimos en la región que no son otra cosa que una cáscara con la que se encubre un esquema donde los pueblos, con su trabajo, su esfuerzo, sus impuestos, sostienen a una élite dominante que no está dispuesta a retroceder ni un instante en su poder. 

Debemos aceptar que esto que llamamos democracia es una democracia que en verdad no tolera la pluralidad de voces porque concentra los medios de comunicación. Así, el relato y la colonización cultural en esto que llamamos democracia, es cuestión de todos los días. 

Así es como todo aquel que ponga en discusión el modelo es acusado de populista, de comunista, de surdo. Esta democracia que vivimos tiene un Poder Judicial que es parte de esa élite de poder y que está desentendida del dolor de su pueblo y de sus necesidades.

Las democracias en la región deben ser puestas en discusión sin pudor. El pueblo organizado siempre debe recuperar su protagonismo y no sólo a través del voto porque hoy probamos con crudeza en nuestro país que el voto tiene un poder limitado y cada vez más limitado. 

Lo vemos en toda la región. En la Argentina lo hemos visto con Macri, lo vemos en Chile, lo vemos en Colombia, lo mismo visto en Bolivia bajo la dictadura de Yañez.

Cuando las democracias se desgarran en las calles pidiendo trabajo, pidiendo comida, cuando se desgarran en las calles reclamando dignidad, su propia democracia les dispara a los ojos, su propia democracia los asesina por la espalda, en la calle. 

¿De qué democracia entonces estamos hablando? Hemos aceptado que la democracia debe tolerar la pobreza, el hambre y la desigualdad. La falta de oportunidades, la libertad de unos pocos y la esclavitud. Esto es realmente una democracia. 

Entonces, sí, tenés razón Macri: la democracia está amenazada, pero está amenazada por ellos, por su modelo, desde siempre. Dejemos de llamar democracia a lo que no es. O construyamos una democracia en serio.