El debate por las clases presenciales dejó mucha tela para cortar. Tras la decisión de Alberto Fernández de suspender la presencialidad en las escuelas se han difundido distintos testimonios de niños y niñas tristes por no poder estar en las aulas. 

En su vocación pedagógica Julián Elencwajg no tuvo problemas de compartir en Toma y Daca los planteos que le hicieron sus hijos de 4 y un año y medio.

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"Mi hijo menor, que tiene 4 años y está aprendiendo a leer, vio la tapa del diario, se enteró de la suspensión de la presencialidad y comenzó a llorar desconsolado. Con toda la frescura de sus casi 5 añitos me dijo: “Padre –él no me llama “papá”, “pá” ni “papi” porque le parece infantil- ¿Es acaso cierto lo que figura en la primera plana del periódico?”. Yo intenté calmar la angustia de Fernando –le puse Fernando a mi hijo como homenaje a uno de los mejores presidentes que tuvo Argentina- y le dije que sí, que lo que decía el diario acerca del cierre era cierto, pero que es probable que las escuelas reabran en 15 días. Entonces él, con la ternura de haber dejado de usar pañales hace apenas un par de añitos, me miró y contestó: “Padre, ¿este régimen populista y filofascista disfrazado de democracia que nos arrastra hacia una dictadura chavista no va a tener en cuenta los dichos de la Sociedad Argentina de Pediatría y UNICEF acerca de que las escuelas no son focos de contagio?”. Con su vocecita de niño que empezó a cursar salita de 5 hace unas semanas agregó: ”¿Es que no van a respetar las opiniones de sus propios funcionarios del área de Educación que se expresaron en términos similares, padre?”. Y por último afirmó, todavía con lágrimas en los ojos: “Lo que realmente ocurre, padre, es que los regímenes populistas pretenden sumir al pueblo en la ignorancia para poder manipularlo más fácilmente porque un pueblo educado es capaz de rebelarse contra los tiranos”.

"Justo en ese momento se despertó mi hijo menor, que tiene un año y medio y recién está aprendiendo a hablar. Mi nene se sacó el chupete, miró a su hermano, me miró a mí y comenzó a reírse mientras decía que a gran parte de los opositores nunca, nunca, nunca les había importado demasiado la educación hasta el inicio de la pandemia, que llegaron a lamentarse por el hecho de que alguien tuviera que caer en la escuela pública, que viven hablando pestes de los docentes y terminó asegurando que hay que cerrar los colegios hasta que la pandemia esté más controlada. Y antes de volver a ponerse el chupete, mi hijito menor gritó que cuando la crisis que provocó la aparición del coronavirus quede en el pasado, el Presidente debería ejercer el poder de una vez por todas para redistribuir la riqueza imponiendo retenciones al campo e impuestos de verdad y no aportes solidarios por única vez que ni siquiera se pagan porque es indigno de un gobierno peronista que más de la mitad del país sea pobre o indigente y que el salario real pierda ante la inflación.