En su columna de humor en La Mañana, Adrián Stoppelman habló del Día del kinesiólogo y las "cosas extrañas" que suceden en esa profesión. "A menos que ya desde chico sientas placer por manosear a la gente, no me puedo imaginar que un pibe se levante un día a los 18 años de la cama y descubra su vocación diciendo: Ya sé! Lo mío es descontracturar a la gente", sostuvo. 

Como pasan cosas raras con este día, Stoppelman le pidió a la división "Ahí, si, justo ahí, dale" de PCR que prepare un informe para darte cuenta si estás yendo a un mal kinesiólogo.

Estás yendo a un mal kinesiólogo si... 

  • Una vez que te acostó en la camilla, te pregunta: ¿anestesia local o general?
  • La camilla son dos listones de madera apoyados sobre un par de caballetes.
  • Te anuncia que te va a aplicar terapia láser, y al toque aparece un enano llamado láser que te empieza a caminar por la espalda
  • Te den o no te den un masaje, hay dos tragos de consumición mínima.
  •  Al final de la sesión se acuesta en la camilla y te dice: ahora me toca a mi
  • Te pregunta por qué problema venís, vos le contestás que porque te duele la cintura y el te dice: Bien. Ahora recemos juntos…
  • Cuando le decís que tenés problemas de postura, te recomienda que en lugar de a pleno apuestes a segunda docena
  • La camilla tiene, como corresponde, uno de esos apoya cabezas que son un agujero en el que tenés que meter la cara. Y la toalla que te da también tiene un agujero.
  • Te da a entender que por unos pesos más es capaz de "enderezar a quien haga falta"
  • Vos estás completamente vestido y él totalmente desnudo
  • Cuando le indicás que tu médico te recetó magneto terapia, te lee el Clarín o pone TN