“Una profesora de mi FACULTAD en las clases habla con lenguaje inclusivo, que no nos van a encerrar hermano si es un país de imbéciles”.

“El lenguaje inclusivo llegó a Tinder. Todo rompen!!!! Todo”.

“El lenguaje es una construcción social que no se rige por las disposiciones de una entidad monárquica sino por usos, costumbres y convenciones colectivas dentro de una cultura”.

“Ya quisiera ver a esos que apoyan al "lenguaje inclusivo" hablar con lengua de señas o por lo menos escribir en braille...”

Apenas con una breve búsqueda en Twitter, que no pretende ser exhaustiva ni representativa del conjunto de la sociedad, da cuenta de la polémica que suscita el lenguaje inclusivo entre sus partidarios y detractores.

El lenguaje no es estático y suele acompañar (y, ¿propiciar?) cambios y procesos sociales. “El lenguaje inclusivo fomenta el debate, nos lo debemos como hablantes. Abre esa posibilidad porque tiene que ver con las normas, el rol de la academia, la heteronorma”, definió la licenciada en Letras y co-autora del libro Lenguaje inclusivo y ESI en las aulas (Paidós Educación), Carolina Tosi, en una charla distendida en La Casa Invita.

“Me parece una oportunidad única para la reflexión con el lenguaje, como lingüista valoro eso”, remarcó.

Quienes defienden su uso, sostienen que la utilización del masculino genérico no representa a todos, todas, todes, porque se basa en una mirada androcéntrica que concibe y coloca a los varones como sujetos de referencia.

En ese sentido, Tosi explicó que existen posturas dicotómicas que se vuelven irreconciliables, dando lugar a agravios: “Muchas veces se desestima el lenguaje inclusivo desde la burla, es una agresión a los hablantes, dicen que es una payasada, que deforman el lenguaje. Lo que molesta es que las identidades sexo-genéricas se visualicen”, aseguró.

El lenguaje inclusivo o no sexista apareció masivamente con las acciones del colectivo #NiUnaMenos y se potenció con el debate por la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en el 2018, según analizó Tosi. “En Argentina fue un boom, en otros países de Latinoamérica se utiliza en espacios más reducidos, relacionados con la academia y con cuestiones de género”, afirmó.

En esa línea, contó que el lenguaje inclusivo ya ingresó a las aulas de los distintos niveles educativos y es hablado por alumnas, alumnos, docentes y hasta padres y madres.

Sobre su propia relación con el uso del lenguaje inclusivo, la especialista confesó: “Al principio me incomodaba, me ponía en una zona de incertidumbre. Este tema te invita a moverte, a salir del lugar cómodo”.

El libro que Tosi escribió junto a Valeria Sardi, quien trabaja en la formación docente en Letras con perspectiva de género, invita a pensar los modos legítimos de la enseñanza de la lengua y su relación con la Educación Sexual Integral (ESI).

Al respecto, Tosi relató que en los años 70 diversas reglamentaciones gubernamentales buscaron erradicar el voseo: en las escuelas en los libros de texto y en la cotidianeidad educativa se proponía hablar con la forma tuteante. “Lo que sucedía es que hacían en esfuerzo en las aulas, pero en el recreo hablaban de “vos” porque es la forma que está enraizada en la lengua. Puede haber normas y reglamentaciones, pero un fenómeno es parte de la lengua, no hay nada que hacer”, concluyó.