El pabellón séptimo de la cárcel de Villa Devoto se convertía, hace 43 años, en el escenario de la peor masacre de la historia del sistema penitenciario argentino. El 14 de marzo de 1978, en plena dictadura militar, una brutal represión dejó como saldo oficial 65 muertos y una causa que en la actualidad es investigada como un delito de lesa humanidad.

La abogada Claudia Cesaroni, quien está al frente de la representación de la querella en el caso, y Juan Olivero, uno de los sobrevivientes de la masacre, hablaron con AM750 para reconstruir los sucesos de aquella tragedia. Ambos contaron además en qué estado está la causa en la que hay cuatro imputados del servicio penitenciario. 

La masacre de pabellón séptimo

Según la reconstrucción realizada por los sobrevivientes, en la noche del 13 de marzo hubo una discusión entre un celador y el interno Jorge Omar Tolosa por el horario en que debían apagar el televisor que estaba dentro del pabellón. Tolosa no acató la orden y a la madrugada cuatro oficiales fueron a buscarlo, pero no consiguieron sacarlo del pabellón porque sus compañeros lo protegieron: sabían que a esa hora solo los buscaban para una golpiza.

En la mañana del 14 de marzo, cerca de 70 guardiacárceles, el doble de personal que habitualmente realizaba las requisas, ingresaron al pabellón séptimo de la cárcel de Devoto, a los gritos y golpeando a los detenidos.

La represión fue brutal y desmedida. Los reclusos intentaron resistir como pudieron: lanzaron papas y lo que tenían a mano, e improvisaron barricadas con sus propias camas para evitar el avance de los penitenciarios.

“Ellos vinieron a provocar una reacción. Nosotros ese día nos defendimos de la brutal represión que estaban ejerciendo con todos los detenidos del pabellón”, recordó Olivero, quien entonces tenía 20 años y estaba preso desde los 17 por un robo.  

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Los guardias retrocedieron, bloquearon las rejas con candados y desde afuera comenzaron a tirar gases lacrimógenos y a ametrallar a los internos. Ante la desesperación, algunos presos corrieron hacia el fondo mientras otros trataban de tapar la visión con las camas.

Por motivos que no pudieron establecerse hasta el momento –algunos testimonios indican que fueron las cápsulas de gases lacrimógenos, mientras que otros lo atribuyen a los calentadores que estaban dentro del pabellón - los colchones y las mantas comenzaron a prenderse fuego y a desprender un denso y tóxico humo que invadió el lugar.  

Lejos de querer emplear los medios a su alcance para apagar el fuego, los carceleros continuaron la represión tiroteando a quienes intentaban trepar a los ventanales en busca de aire fresco. Una vez que cesó el fuego, los agentes del servicio penitenciario pidieron a los sobrevivientes que salgan de uno en uno del pabellón y se dirijan al calabozo de castigo.

Al salir, los presos descubrieron que los agentes hicieron un pasillo para seguir golpeándolos a su paso. Algunos presos perdieron la vida en ese trayecto. 

“Ese pabellón tenía capacidad para unas 70 personas y estaba sobrepoblado por 160. Esa noche fueron asesinadas con golpes, disparos, quemaduras y por asfixia al menos 65 presos y otros 89 fueron sometidos a tormentos”, detalló Claudia Cesaroni, y agregó: “Todos los muertos eran internos de ese pabellón. No hubo ningún solo herido ni muerto del servicio penitenciario”.

Para los sobrevivientes de la masacre, el padecimiento duraría varios años más. “A nosotros nos quedó el estigma de ser sobrevivientes del pabellón. Después de la masacre, el castigo fue peor. A mi personalmente me verdugueaban y me cagaban a palos por ser del pabellón, por hacerles frente esa mañana y por ser negro y chorro. En los últimos años las agresiones físicas habían cesado, pero me marcaban y me llevaban al buzón de castigo sin motivo”, recordó Olivero, quien recuperó la libertad en abril de 1983.  

Durante años se denominó a esa masacre como el "Motín de los Colchones", y la historia oficial determinó que el incendio había sido provocado por los mismos presos, a pesar de las heridas de bala que sufrieron varios de ellos. “Fue la manera de responsabilizar a los mismos presos por todas las muertes”, dijo Cesaroni y contó que luego de varios años de impunidad lograron que se reabriera la causa en la justicia y se juzgue a los responsables.

La causa judicial

En 2011 se estrenó en los cines El túnel de los huesos, del director el director Nacho Garassino. El largometraje cuenta la historia -basada en hechos reales- de un grupo de presos que en 1991 logró fugarse de la cárcel de Villa Devoto a través de un túnel que desembocó en las calles de ese barrio. Durante la construcción del pasaje subterráneo, los presos se encontraron con una gran cantidad de huesos y pensaron que podría tratarse de restos de desaparecidos durante la última dictadura militar.

Al ver la película, Hugo Cardozo, sobreviviente del pabellón séptimo se puso en contacto con Garassino y le contó que esos huesos podían pertenecer a las víctimas de la masacre. Garassino le pasó a Cesaroni el contacto de Cardozo y junto a la abogada empezaron un intenso trabajo para visibilizar el caso y lograr la reapertura de la causa.

Además, en 2013, la abogada publicó el libro Masacre en el Pabellón Séptimo, donde cuenta todos los detalles de esa jornada trágica. En base a esa investigación, el colectivo legal y social que lideró Cesaroni inició un reclamo para que esos hechos se investigaran como delito de lesa humanidad. “Antes de conocer Claudia solo había hablado de lo sucedido en la cárcel de Devoto con mi esposa. Nunca nadie se había ocupado del tema”, sostuvo Olivero. 

En agosto de 2014, la Sala I de la Cámara de Apelaciones accedió a esa solicitud y resolvió que la masacre de Villa Devoto era un crimen imprescriptible, por haber sido cometido por agentes de una fuerza de seguridad.

En 2020, el juez federal Daniel Rafecas dispuso la elevación a juicio oral de este caso, por el que serán juzgados el exprefecto Jefe de la Unidad Penitenciaria, Juan Carlos Ruiz; el exJefe de la División Seguridad Interna de la Unidad, Horacio Martín Galíndez; el exjefe de requisa Carlos Aníbal Sauvage, y el excelador Gregorio Bernardo Zerda

La causa está ahora en el Tribunal Oral Federal N°5 integrada por Daniel Horacio Obligado, Adriana Palliotti y Adrian Grunberg y todavía no tiene fecha para el juicio oral. 

“Nosotros esperamos que este año se inicie el juicio oral. Lo que buscamos es un poco de justicia para aliviar tanto dolor”, reclamó el Olivero. “Por la edad que tienen los imputados no creo que vayan presos, pero sería lindo verlos sentados en el juzgado para tener un poco de paz. Además queremos que se juzgue a toda la sección requisa, porque ellos fueron los que pegaron y dispararon contra los presos. Ellos no fueron citados todavía. Ellos son responsables tanto como el que dio la orden”.