El editorial de Fernando Borroni en La Mañana.

Uno debería comenzar este editorial agradeciéndole a la vida el ser contemporáneo a un liderazgo como el de Cristina Fernández de Kirchner. Lo que hizo ayer Cristina no es otra cosa que demostrarnos que el coraje es un valor político, y que decir las cosas como son, en un país en donde se tiene terror al decir por miedo al que dirán, por miedo a los panelistas de tv, por miedo a la tapa de los diarios, por miedo, por miedo, por miedo…. Cristina lo dijo casi todo. Y enseñó que nada puede hacerse de la mano del miedo y que nada puede hacerse sin el coraje adecuado.

 Cristina ayer los desarmó a todos y a cada uno con nombre y apellido. En su defensa desnudó al poder real en la argentina. Los medios y se manipulación y su tortura mental sobre el pensar,  de los argentinos, denunció a la enorme máquina de cosificación y de id iotización que significan los medios.

La justicia, el ejército inquisidor del capital concentrado, que encarcela, que persigue, que encierra, que vulnera la democracia.

Y al poder político que no es otra cosa que la clase oligárquica que defiende el interés de las grandes empresas.

Si alguien quiere ver cómo funciona el poder dominante, el modelo tiene que escuchar a Cristina, porque lo que han hecho con ella en términos judicial, con idéntico mecanismo funcionan en lo económico, en lo social, en lo cultural. Los medios estigmatizan y persiguen a las víctimas del modelo, la justicia encarcela a las víctimas del modelo y el poder político los saquea por tanto los transforma en víctimas.  El mismo modus operandis…

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Pero quiero quedarme con la frase con la que Cristina cerró su descargo” La historia ya me absolvió” Y sí. No hay dudas. Fidel Castro pronunció esa frase el 16 de octubre de 1953 cuando fue condenado a 15 años de prisión por el asalto al Cuartel Moncada en Cuba.

Y sí, no hay dudas la historia absolvió a Fidel Castro, sólo un necio  puede negarlo. Y sí no hay dudas que la historia absolvió a Cristina Kirchner. ¿Qué historia la absolvió? Porque no hay una sola historia. La absolvió la historia que escriben los pueblos. Porque la historia que escriben los dueños de la pluma, de la tinta y la palabra, esa historia está escrita con la sangre de los más débiles, sangre que hicieron correr para robarles la pluma, la tinta y la palabra.

Ellos podrán escribir la historia que se estudia en las escuelas, la historia que se lee en los museos, pero jamás podrán escribir la historia que recorre las esquinas de las barriadas, porque no podrán escribir la historia del trabajador, del obrero, de los niños, esa historia ya la escribió el peronismo y el kirchnerismo como parte de él la reinscribió.

Jamás podrán escribir la historia que se garabatea día a día en la casas humildes, laburantes… Ya no podrán escribir ninguna historia que borre que censure lo que significó el peronismo. O alguien cree que podrán tapar la historia de Fidel y Cuba, la de Chávez y su Venezuela, la de Evo y Bolivia.

Es que nos disputamos desde que el mundo es mundo que historia se impone, no quien la escribe. La escribimos todos, pero la lucha es por la visibilidad de ella.

No les alcanza el odio para detener esta nuestra historia que ayer inscribió una de sus grandes páginas.

CFK y su pueblo en ella, les dio una paliza en términos jurídicos, en términos humanos, en términos históricos, en términos sociológicos, en términos culturales, en términos de relaciones de poder, en términos comunicacionales, en términos poner en discusión lo que llama  verdad y es mentira.

¿Y las formas? ¿Qué formas le piden? Fue demasiado ubicada, demasiado respetuosa, demasiado serena en decir lo que dijo sentado frente a ese tribunal que hizo que hoy Florencia Kirchner este luchando contra una enfermedad generada por su odio. Agradezcan que las formas de Cristina no sean directamente proporcionales a las formas de sus verdugos.

Al mismo tiempo creo que es injusto decirle que la historia la absolvió. Es que este pueblo no tiene de que perdonarla Cristina, este pueblo no tiene de que absolverla Cristina. Todo lo contrario. Si este pueblo tuvo voz, si este pueblo tuvo presencia política, si este pueblo tuvo vida es porque existió, existe una mujer como Cristina Kirchner.

Es el tiempo quien suele darle el lugar que a cada uno le corresponde en la historia y seguramente cuando esas agujas del reloj pasen con premura darán cuenta de la magnitud de Cristina Kirchner.

La acusaron de chorra, la acusaron de asesina, acusaron a sus hijos, enfermaron a sus hijos. Disfrutaron de la muerte de su compañero. La quisieron presa, la acusaron de terrorista, le gritaron yegua, le gritaron puta. La trataron de loca, la querían apedreada en cuanta plaza pública se preste, le montaron grandes muñecos con su cuerpo, con su rostro y la ahorcaron el pleno obelisco, la dieron por muerta, le desearon el desprecio, la empujaron al olvido. Y. Ahí estaba ayer. Erguida, afónica, vehemente, firme defendiéndose, defendiendo a su hija y a su compañero y a todo un pueblo.

Ayer Cristina aseguró: “este tribunal seguramente tiene la condena escrita. No me interesa. Yo elijo la historia…

No Cristina, la historia la grande, la que late en el corazón de los pueblos que se quieren dignos la eligió a usted.