La columna de Fernando Borroni en La Mañana.

30 de octubre de 1983 los argentinos y argentinas volvían a las urnas. Alfonsín fue elegido presidente con algo más del 51.

Casi 8 millones de hombres y mujeres lo eligieron. Comenzaba un proceso democrático que lleva ya 36 años. Una democracia que ha cumplido en sus formas y han sido las formas las que nos confirman hoy que vivimos en democracia. Pero no han sido 36 años de democracia en término de lo que ella significa, en términos de libertad, de respeto por la minorías, por el libre ejercicio de los derechos y sobre todo por la representatividad de los dirigentes políticos para con su pueblo.

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Cada vez que la derecha gobernó la democracia bajo su intensidad, esto es ya sabido por todos. Pero también la democracia ha perdido intensidad, ha perdido su esencia desde que le entregamos su supuesta defensa a los medios, cuando la supuesta garantía de los valores democrático los custodia los medios de comunicación.

En estos 36 años hemos tenido gobierno que han sido más o menos respetuosos de ella, claramente el menemismo, la alianza y el macrismo han sido una ofensa a la democracia, eso en lo evidente. Ahora digamos también que vivimos en una “mediocracia”. Una democracia regulada por los valores de los medios, el lenguaje de los medios, la justicia de los medios, las batallas de los medios, combatiendo a los enemigos  que los medios determinan que lo son. Educados por los medios, estupidizados por los medios. Viviendo en el infierno de los dioses y los diablos de los medios.

Cuando un pueblo evalúa el estado de su democracia a partir del tamiz de los medios de comunicación que son intereses económicos que ponen esa democracia a su servicio, ese pueblo ha perdido su propia identidad democrática, su identidad como pueblo.

Y esta es la democracia que puede convivir con el hambriento y con el desocupado como parte del paisaje de una naturaleza democrática.

Quiero preguntarme cual es la educación democrática que tenemos. La de respetar y convivir con la mirada del otro, la frase repetida de que “la libertad de uno termina donde comienza la del otro”. Inaplicable por cierto.

Porque vivimos en una lucha sistemática ampliar los espacios de libertad. El pueblo pelea por ampliar sus espacios de libertad, esto es tener más derechos y el poder dominante pelea por ampliar sus espacios de libertad y para ello necesita reducir los espacios de libertad del pueblo.

Esta lucha es histórica y es la democracia la que permite que esta disputa política, social y económica se de en un marco de tolerancia en el que podamos convivir, cuando el poder dominante se le va la mano, lo saquea todo, lo oprime todo, el pueblo pone en discusión todo y busca quitarse de encima ese poder -Chile-

Cuando la pulseada la va ganando el pueblo en defensa de su dignidad la derecha pisotea la democracia e implementa dictaduras. Hoy los tiempos han cambiado y el formato tradicional de golpes de estado y dictadura parecen agotados, las formas son otras.

La democracia se mantiene en su cascara pero hago una justicia dictatorial, medios dictatoriales, adoctrino a quienes educan para que lo hagan en ese mismo sentido…

Estoy convencido a 36 años de haber recuperado la democracia que tenemos que animarnos, los que saben animarse a re conceptualizar mucho de nuestro lenguaje. Hay conceptos que empiezan a quedar viejos, pero sobre todo han pasado a ser mentiras legitimadas por un lenguaje de otra época.

Hay que volver a conceptualizar la palabra democracia-libertad-justicia-comunicación- Pero paras reconceptualizar hay que dar de frente la discusión ideológica que se sintetiza en cada una de estas palabras.